Si hay en Barcelona un restaurante histórico de alta cocina más emblemático, más exclusivo y elegante, éste es Via Veneto, que con su más de medio siglo de historia, sigue en lo más alto de la restauración barcelonesa.
Creado a imagen y semejanza de los grandes restaurantes europeos de los años 60, Via Veneto se abrió en 1967 para satisfacer a la gauche divine catalana, que ansiaba encontrar un rincón donde reunirse para celebrar festines pantagruélicos. El famoso promotor cultural catalán Oriol Regàs fue el responsable de dotar a Barcelona de ese lugar fastuoso, y de instaurar en el restaurante la afamada cocina francesa de la época.
Via Veneto, con una estrella Michelin desde 1975, sigue siendo hoy, varias décadas después, y en la era del big data, las redes sociales y los foodies, todo un referente de la cocina y de la restauración barcelonesa. El responsable es Pedro Monje, al frente del restaurante tras seguir los pasos de su padre, José Monje, su maestro, mentor y artífice de mantener Via Veneto siempre actualizado y en lo más alto. Él empezó como camarero, y rápidamente fue progresando hasta que en 1982 se hizo cargo del restaurante convirtiéndolo en negocio familiar. Pedro Monje ha heredado la misma elegancia y saber hacer de su padre, quien todavía gusta de supervisar a diario su restaurante.
En una ciudad como Barcelona, hervidero de nuevos proyectos gastronómicos, siempre a la última y con innumerables restaurantes de moda, ¿cuál es el secreto para mantener Via Veneto como todo un referente, sin además, cambiar su esencia de restaurante clásico?
PM. Uno de los valores de Via Veneto es, precisamente, buscar siempre la excelencia y saber adaptarnos a los tiempos, saber evolucionar. Para nosotros, la cocina, la gastronomía, la restauración es nuestro oficio, pero también nuestra forma de vida. Siempre nos hemos tildado de inconformistas, y ese inconformismo es lo que nos hace buscar mejorar. No nos hemos creído nunca que somos los mejores, al contrario. Cada día, cuando me marcho a casa, me voy pensando que hay que hacerlo mejor al día siguiente. Eso es lo que nos hace evolucionar.
Mi padre ya me decía, que este oficio, esta profesión nuestra es un sector donde cada día hay que pasar dos exámenes, uno al mediodía y otro por la noche, y en la que lo esencial es la satisfacción del cliente, conseguir que el cliente se vaya queriendo volver.
Pero el cliente también ha evolucionado mucho, ¿no?
PM. Por supuesto. Ahora es un cliente muy viajado, que está al día de lo que pasa en los mejores restaurantes del mundo. Y esto nos obliga a hacer muy bien las cosas. Por ejemplo, los vinos que se toman hoy no tienen nada que ver con los vinos que nos pedían antes. Ahora el cliente está dispuesto a probar el vino de la DO o de la bodega más recóndita de España, y a la vez valora los grandes clásicos. El cliente de antes, tenía también mucha cultura gastronómica o culinaria, porque sabía perfectamente qué llevaba una buena salsa holandesa, por ejemplo, y sabía sobre las preparaciones, pero sus referencias eran diferentes a las de ahora. El cliente de ahora conoce perfectamente las nuevas tendencias, las cocinas extranjeras… Eso nos obliga también a actualizarnos, a estar a la última.
¿Es, por tanto, el cliente el que os ha llevado a evolucionar?
PM. Efectivamente. El Via Veneto de ahora no tiene nada que ver con el de antes. La carta actual no tiene nada que ver con la carta de hace 20, 30 o 40 años, pero nos diferenciamos por mantener esa esencia que hace que el cliente que hace décadas que no nos visita, si viene ahora, nos continúa identificando claramente, aunque a la vez seamos capaces de ofrecerle platos absolutamente actuales, que firma nuestro chef David Andrés. A mí me gusta definirnos como un restaurante “clásico moderno”. Somos un restaurante completo donde a lo largo de un menú, el comensal puede disfrutar de un steak tartar elaborado delante de él y con los parámetros más clásicos que ya casi no se ven en ningún sitio, pero a la vez puede disfrutar de un plato con técnicas absolutamente modernas, y a la vez, saborear el mejor producto, el más exclusivo y el que no encontrará en otro sitio. En definitiva, ofrecemos una experiencia gastronómica completa.
PM. Tenemos cuatro o cinco inamovibles, sobre una carta de 25 platos, que nos identifican y que identifican la historia de la casa. Uno sería el pato asado en su propio jugo “a la presse” en dos servicios, el steak tartar, la naranja Via Veneto y las crêpes suzette flambeadas. Además, son platos que tienen un componente en común: son platos que se acaban en sala. Porque Via Veneto también es sala. Siempre hemos pensado que la sala se tiene que involucrar en la experiencia y por ello siempre hemos apostado por ensalzar la labor en la sala.
El gran problema del sector es la falta de personal
De hecho, el servicio en sala marca la diferencia. Y como grandes conocedores del arte de la sala, ¿por qué creéis que la sala sigue siendo el punto débil de la hostelería, en general? ¿Por qué no se han ensalzado figuras de la sala como sí se ha hecho de la cocina?
PM. Nosotros estamos muy contentos del reconocimiento que hemos tenido siempre de nuestro trabajo. Y creo que hay “una escuela Via Veneto”. Es muy bonito y todo un orgullo ver que hay mucha gente trabajando por el mundo con el sello “Via Veneto”, que mantiene la forma de hacer, de entender el oficio, al cliente que nosotros les hemos transmitido.
Pero también es cierto que uno de los retos más importantes en la actualidad es hacer la sala atractiva a las nuevas generaciones. Incorporar a la sala más talento. Considerar la sala como una profesión de largo recorrido. Pero es un reto que se enmarca en el gran problema del sector, que es la falta de personal.
España es una potencia gastronómica, estamos en la Champion League de la restauración, pero todos estamos frenados por la falta de personal, en sala y en cocina. Y eso que en el sector se está avanzando mucho en conciliación laboral y en sueldos… En Via Veneto, por ejemplo, en este sentido, cerramos dos días seguidos, porque pensamos que el personal del restaurante, además de bien pagado tiene que tener calidad de vida. Por eso, hay que seguir apostando por la conciliación laboral en el sector. Pero la realidad es que a todos los niveles, desde la cafetería más humilde al restaurante como el nuestro todos tenemos el mismo problema: nos falta personal. Y creo que hay que tocar muchas teclas para solucionarlo, porque es un problema de país. En la hostelería tenemos un problema importante, y es la falta de personal.
En todo caso, siempre digo que para darle la vuelta a esto tenemos que verlo en positivo, y enseñar todas las cosas buenas que tiene esta profesión. Hay que buscar la manera de entusiasmar a los jóvenes.
Falta de personal, suministros más caros… ¿Es sostenible económicamente hoy día un restaurante de lujo?
Ahora bien, es cierto que los modelos cambian. Igual, el modelo de restaurante con menús degustación largos y estrechos, que descansaba en el cliente foodie, se está agotando, y estamos volviendo a un restaurante donde se cuida el cliente de siempre, donde la fidelización del cliente sea vital. Por ello es importante no perder nunca la conexión con el entorno, con el cliente local, algo que hacemos en Via Veneto, que está en nuestro ADN. Somos un restaurante de la ciudad, de Barcelona.
La implicación con la ciudad
Hablando del entorno, ¿cree que Barcelona ha perdido terreno en lo gastronómico en los últimos años?
Pero como digo, en Via Veneto todavía estamos en proceso de aprender y de ir a más en temas de gestión de residuos, de optimizar consumos de agua y de luz, en la reducción del desperdicio. Trabajar con productos de calidad y con cocina de calidad ya es una práctica sostenible en sí misma. Por ejemplo, cuando trabajamos materias primas olvidadas que nosotros recuperamos, o pescados que casi nadie quiere, pero que en nuestra cocina podemos ensalzar a la categoría de lujo. Se puede hacer mucho… Pero, como digo, en este aspecto aún somos aprendices y sabemos que podemos hacer aún mucho más.
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