postres

Es uno de los chefs pasteleros más respetados de la profesión. Ricard Martínez (Barcelona, 1977) estuvo durante décadas ligado a Espai Sucre, donde ejerció de maestro de maestros y donde desarrolló nuevas técnicas y combinaciones inimaginables. Su perfil pedagógico, su pasión por el mundo dulce y su dominio de la técnica le convirtieron en breve en uno de los profesionales de la cocina dulce más buscados. De hecho, es una de las figuras más importantes de la divulgación del bagaje teórico de las armonizaciones dulces. Buena parte de esa divulgación la impartía en el Essence, un espacio que marcaba distancias con el restaurante de postres convencional. Era un lugar para vivir una experiencia gastronómica, sensorial, didáctica y lúdica. Solo 12 comensales, una única mesa, un menú de cinco postres, tres tapas saladas y tres tapas dulces, todas armoniosamente maridadas con cócteles elaborados por Javier Caballero.  

Ahora, desligado de la que fue su casa durante años, sigue como asesor y creativo de no pocos restaurantes, muchos de ellos con estrella Michelin. Martínez, que forma parte del Colectivo 21 Brix, pasa por una nueva etapa de reinvención -no es la primera-, trabajando su propia marca personal: Ricard Martínez. El chef no descarta dar un paso más allá, hacia algo totalmente nuevo, donde su creatividad pueda tener rienda suelta. Mientras, sigue compartiendo con sus colegas trucos y secretos de cocina. Así lo hizo en la pasada edición de GastroEbre Flix, donde ofreció una clase magistral sencillamente espectacular. 

Ricard, ahora que vas a iniciar una nueva aventura, miremos atrás. Miremos a tus inicios. 

RM. Habría que mirar muy atrás. Trabajé en Can Fabes, con Ramón Freixa, coincidí con gente que había estado en el Drolma… Entonces, descubrí Espai Sucre, porque me quería formar. Hice el curso de 11 meses y cuando acabé me dijeron que me quedara. Y allí me quedé de jefe de Cocina durante 9 años. Vieron mi perfil, que venía de la cocina salada, y vieron que encajaba perfectamente. Fue un gran aprendizaje. Al principio 16 horas al día para formarme bien. Luego gestión del personal, de la cocina, creatividad… Porque fue de los primeros chefs, o el primero de Espai Sucre, que empecé a crear platos salados y postres junto con Jordi y Xano. Y después, los últimos años, ya pasé a dirigir el departamento de Creatividad de la Escuela Espai Sucre. Y allí pasé 15 años de mi vida. Pero el balance es de mucho agradecimiento por lo que me han enseñado y por lo que yo he podido aportar. Mi visualización de la gastronomía es “muy Espai Sucre”. Pero esta ideología tan romántica de lo que es Espai Sucre yo lo que hago es aterrizarlo al suelo. Este discurso lo hago más llano, porque todo lo que se hace allí tiene que llegar a la gente normal. No se puede quedar en cuatro profesionales y otros tantos eruditos. 

¿Y cómo lo puedes o lo vas a hacer? 

RM. Creo que mi figura siempre tiene que estar asociada a la alta gastronomía. Voy a seguir ofreciendo acompañamientos -no me gusta decir asesoramientos- a restaurantes de estrella Michelin, eso está claro. Pero ahora estoy en un momento de reinvención. 

¿Y por qué decides marchar de Espai Sucre?

RM. Estoy fuera desde enero. Y fue una decisión madurada y meditada. Piensa que he estado muchos años, y siempre “on fire”. Yo soy una persona muy natural, abierta y empática, y me encanta cuidar a la gente de mi alrededor, a mi equipo. Y así he estado todo este tiempo. Pero ahora sentía que tenía la necesidad de abrir nuevas etapas profesionales y creativas. Quería hacer nuevas cosas, abrir nuevos caminos. Y ahora tengo una experiencia que, gracias a estos años en Espai Sucre, me permitirán abrir nuevos horizontes. Era el momento. 

Y ahora… 

RM. Ahora estoy trabajando mi propia marca personal, para ofrecer alta gastronomía, calidad, pero para luego diversificarlo y hacer otros conceptos más accesibles. Quiero seguir acompañando a grandes chefs, y seguramente habrá algo nuevo, totalmente diferente a lo visto hasta ahora. Me encantaría hacer algo parecido a lo que han hecho los Roca. Su propia marca de alta gastronomía también se puede ver y catar en otros conceptos más accesibles, como las heladerías de Jordi Roca. Quiero democratizar y hacer accesible la alta gastronomía dulce. Y tengo una gran ventaja: el dominio del sabor. Porque no hay ningún sitio que trabaje mejor el sabor que en Espai Sucre. Y eso me dará un plus de diferenciación único. 

En esta democratización también está el compartir de otros compañeros, ¿no es así?

RM. Totalmente cierto. El compartir conocimientos, técnicas, formas de hacer y declarar y subrayar que son de uno u otro chef es ideal. Yo no tengo ningún problema en decir que esto lo hago como Miquel Guarro o que esto otro es de Roca. De hecho, creo que somos un referente mundial gracias a que aquí sabemos compartir. 

Un referente mundial, pero en la pastelería todavía falta ese reconocimiento más popular ¿Por qué?

RM. En pastelería es cierto que nos falta ese reconocimiento y no sé, por qué realmente pasa eso. Seguramente, es una cuestión de sabernos vender mejor. El enfoque de la pastelería no ha sido tan directa como el de la gastronomía salada. Al final la pastelería se ha quedado más en el obrador. Ahora es cuando empezamos a darle más valor, desde los propios pasteleros. Porque de calidad y de técnica no tenemos nada que envidiar. La alta pastelería para llegar a todos tenemos que romper clichés y ver cómo acercarnos más a la gente de pie. Porque estoy seguro de que es más fácil llegar a todo el mundo con la alta pastelería. De hecho, un pastelero de alta pastelería es más accesible que un menú de alta gastronomía en un restaurante con estrella Michelin. 

¿Cómo diferenciamos la pastelería de restaurante a la pastelería de tienda?

RM. Sobre todo, una de las grandes diferencias es que la de restaurantes es mucho más efímera que la de tienda. Además, la pastelería de restaurante se transforma desde la cocina a la mesa. Además, la proximidad al cocinero y a la cocina enriquece muchísimo más a la pastelería de restaurante, y eso la hace única. Las herramientas técnicas, por ejemplo, se pueden compartir, y la imaginación se expande al trabajar con la cocina salada. Por ejemplo, la técnica del papillote, el uso de las hierbas aromáticas, de las especias…  

Y tú, ¿dónde estás más cómodo, en las aulas, en la formación, en la asesoría, en el obrador, en el estudio ideando y creando…?

RM. A mí me gusta mucho el acompañamiento y asesoramiento, para enseñar y aplicar toda la creatividad y la técnica. Y formar equipos e incorporar todas estas formas de hacer en el mundo del restaurante. 

Un poco de autocrítica ¿qué piensas de los postres de restaurante en nuestro país?

RM. Creo que demasiadas veces, y en grandes restaurantes, el postre queda al margen de la experiencia gastronómica y es una pena que no haya un sentido como lo hay con el resto del menú. A veces hay marcajes de sabor deficientes, conceptos deficientes… Si tú me estás contando una historia en la parte salada, cuando llega el postre, éste debe continuar esa historia. Y esto pasa en grandes casas… Y es una pena, porque demuestra cierta dejadez. 

Yo creo que además, después del covid, esto se ha acentuado, porque se han generado nuevas formas de trabajar. Se ha aprovechado el momento para reducir plantillas, para reducir costes. La gente preparada cada vez son menos. Y sobre todo hay una gran carencia de profesionales de la pastelería de restaurante. Y lo que creo es que en el futuro (y ya está pasando) se tendrá que externalizar. Igual se externaliza el marketing, la comunicación de un restaurante, se tendrá que externalizar los postres, para ofrecer un servicio y una coherencia a todo. Esta necesidad irá en aumento y será un nicho que irá creciendo. 

 

La pastelería de restaurante es, posiblemente, una de las disciplinas más metódicas y técnicas de la cocina. Pero los postres de restaurante no siempre tienen el reconocimiento que se merecen. Jornadas como GastroEbre, dedicadas 100% a la cocina dulce, están aportando mucho para ensalzar el papel que se merece estas creaciones culinarias y sus artistas. Porque la cocina dulce es auténtico arte en un plato y sus creadores, los y las chefs, sus autores.  

Cocineros y cocineras como Eva Feliu (Ullastret, 1998), chef pastelera del restaurante Aürt de Barcelona. La joven chef participó en las jornadas de GastroEbre celebradas en Flix el pasado octubre, y demostró que la pastelería de restaurante también está mirando al aprovechamiento alimentario, a la sostenibilidad y a la cocina más saludable. 

Nacida en un entorno rural, Feliu se formó en la Escola Bellart de Barcelona y pasó por un rodaje en pequeños establecimientos pasteleros. Fue en una de estas pequeñas pastelerías donde coincidió con Maurici Cot. El maestro la acercó a los productos sin gluten y sin lactosa, cosa que le interesaba personalmente, al ser celíaca. También pasó por La Pastisseria de Barcelona, junto a Josep Maria y Ana; y se estrenó en la pastelería de restaurante en Bo.Tic. “Fueron casi tres años mágicos e intensos -recuerda Eva Feliu-. Allí aprendí muchísimo y viví una experiencia muy bonita al celebrar con ellos la segunda estrella”. Fue entonces cuando decidió dar el salto a Barcelona, y recayó en el restaurante de Artur Martínez, Aürt, donde “no solo encontré un trabajo, también una familia”. 

Eva, recientemente te vimos en GastroEbre ofreciendo una sesión de cocina dulce y “re aprovechamiento”. ¿También la pones en práctica en Aürt? ¿Cómo? 

E.F. Por supuesto. Cuando trabajas en la alta gastronomía, todos se fijan en lo que haces, por eso es interesante intentar hacer un poco de pedagogía. Debemos usar el altavoz que tenemos para hacer calar ideas con un impacto positivo, como el reaprovechamiento alimentario. En Aürt, no solo yo, sino todo el equipo trabajamos intentando reducir al máximo los desperdicios que generamos. Es un ejercicio de reflexión a nivel individual. Mientras trabajas, vas analizando las mermas que tienes y buscando alternativas creativas y, por supuesto, ricas, para no desperdiciarlas. 

¿Qué es para ti la cocina de aprovechamiento?  

E.F.  El aprovechamiento forma parte de la cocina sostenible pero también de los orígenes de la cocina. Antes no se desperdiciaba nada. Es la abundancia de nuestra sociedad que nos inculcó este mal vicio de tirar comida. No es que volvamos atrás, pero con el reaprovechamiento, nos reinventamos para mirar hacia adelante con la conciencia tranquila. Tratamos de no tener desperdicios en nuestros postres. De hecho, hemos hecho varios postres donde demostramos que trabajamos para no desperdiciar nada, porque el aprovechamiento forma parte de la cocina sostenible. Por ejemplo, con el pan que nos quedaba todas las noches después del servicio trabajamos en un postre de pan con fruta. A principios de verano, siguiendo la temporalidad, servimos un postre de nísperos usando toda la fruta, incluso el hueso. Y todo el verano, hemos servido el pre postre de sandía aprovechando no solo la pulpa sino también toda la piel de la misma.  

Es, de hecho, una manera de sostenibilidad. Y como dices, en Aürt lo ponéis en práctica ¿De qué otras maneras?

E.F.  En Aürt la sostenibilidad es "ley", por eso, trabajamos respetando la temporalidad de los productos. Además, trabajamos con pequeños proveedores y productores, de aquí a varios los hemos ido a visitar para conocer sus proyectos. Eso no solo estrecha el lazo con ellos, sino que también nos reafirma en usar sus productos y nos permite contar mucho mejor a nuestros comensales la historia de lo que están comiendo.

Hablemos un poco más de los postres de Aürt. ¿Cómo diseñas la carta dulce del restaurante? ¿Está en fusión con la oferta de Artur? ¿La diseñáis juntos?

E.F.  Los postres de Aürt siguen la misma línea que la parte salada y los trabajo con Artur. Cuando empecé a trabajar con Artur y el equipo, empecé a empaparme de su filosofía y así llegué a poder plantear ideas de platos o elaboraciones, Y, del mismo modo, cuando él me da alguna idea, puedo comprenderlo y desarrollarla. Los postres que tenemos son un trabajo en equipo y esto es lo que los enriquece. Muchas veces le doy a Artur a probar una idea y me dice "me gusta, pero le falta algo". En este momento aprendo mucho, porque es cuando él se saca de la manga un ingrediente que no conozco o un matiz en el que yo no pensaba, etc. 

¿Eres de las que gusta acabar los postres en mesa? Es decir, que los postres sean evolutivos…

E.F.  No especialmente, aunque sí me gusta la parte efímera de los postres y servirlos y contar la historia que hay detrás y los elementos de un postre a los comensales. Tener esta interacción es probablemente de las mejores partes de trabajar en un restaurante con la cocina abierta como Aürt. 

¿De qué creación te sientes más orgullosa o cuál recuerdas como un hito en tu carrera?

E.F. A mi edad me gusta pensar que siempre mejoraré y evolucionaré. Justo acabo de empezar en este mundo y por esto no le doy muchas vueltas a lo que ya he hecho. Probablemente, empezaría a ver defectos y márgenes de mejora (supongo que va con mi carácter). Aún así, recuerdo cuando hice el postre del pan que antes mencioné. Fue de las primeras ideas que tuve en Aürt y gustó mucho a todo el mundo. Fue muy gratificante porque era el primer postre que partía de una elaboración mía. 

¿Qué ingredientes utilizas más habitualmente en tu cocina dulce y cuáles empiezas a no utilizar o a rebajar?

E.F.  Me gusta mucho trabajar con las frutas de temporada y Artur siempre me anima a jugar con verduras. Intento rebajar las cantidades de azúcar a favor del sabor de los ingredientes de calidad y disminuyendo también las grasas de los postres. Todo esto nos ayuda a tener platos más agradables de comer después de todo el menú, que sean dulzones pero frescos y sin hacerse pesados.

¿Crees que la pastelería de restaurante sigue estando minusvalorada? ¿Qué se puede hacer para darle el valor que se merece?

E.F.  Creo que hay quiénes todavía no le dan el mismo valor que la parte salada. Es un problema que según veo, viene de antes. La figura del pastelero de restaurante es relativamente nueva y es la que va a dar el cambio para poner la parte dulce al nivel de la salada. Tenemos la suerte de tener a grandes pasteleros que hacen un muy laborioso y sacrificado trabajo que así, poco a poco, le dará más valor al postre. 

¿Hacia dónde crees que va la pastelería de restaurante? ¿Y hacia dónde te gustaría que se dirigiera? 

E.F.  Cada vez se acerca más a la parte salada y viceversa. Esto es muy chulo porque se trata de un enriquecimiento de ambas cocinas, la dulce y la salada a nivel tanto de ingredientes como de técnicas. Además, se aleja de estos azúcares tan refinados y grasas saturadas de la pastelería de toda la vida, que llenan tanto después de toda una comida. A mí me gustaría encontrar esos postres ligeros y agradables que limpian el paladar y el estómago, pero sin perder ese punto dulzón y cremoso con el que a todos nos gusta terminar. 

Para acabar, un restaurante donde te hayan fascinado sus postres 

E.F. Cuando pienso en postres que me han gustado mucho me vienen a la cabeza los postres Rafa Delgado (Cocina Torres). Cuando pienso en los que me han gustado y sorprendido a partes iguales pienso en los de Diego Guerrero. Realmente es difícil. Hay mucha gente que intenta jugar con cosas del mundo salado en los postres, pero allí esa influencia sutil del mundo salado sin perder el dulce descuadra.  

El mejor postre que has comido en tu vida. 

E.F.   Sin duda alguna, recuerdo todos los matices y me encantó la carbonara de plátano de Jordi Roca. 

El maestro o fuente de inspiración.

E.F.  Intento tener varios referentes en el ámbito profesional. Creo que solamente así puedes encontrarte a ti mismo. Por eso, sigo el trabajo de grandes pasteleros y cocineros. Pero mi fuente de inspiración y descubridora de este mundo de la cocina es mi abuela. Ella siempre ha estado en los fogones y es, sin duda, de quien aprendí las bases y el cariño que requiere nuestro trabajo. Además, me ayuda a mantener la cabeza clara y volar pero con los pies en el suelo.