vendimia

Miguel Agustín Torres es el presidente de Familia Torres y miembro de la cuarta generación al frente de esta compañía vitivinícola fundada en 1870 en Vilafranca del Penedès (Barcelona). Enólogo de formación, se incorporó al negocio familiar en 1962 y contribuyó a modernizar el sector del vino español con la introducción de técnicas vinícolas, como la fermentación en frío o el cultivo de variedades internacionales. Y en 1979 puso en marcha una bodega en Chile.

Autor de varios libros sobre viticultura, su compromiso con la ecología y su preocupación por el cambio climático le llevaron a crear, en 2008, el programa ambiental Torres & Earth con el objetivo de reducir las emisiones de CO2 y adaptarse al nuevo escenario climático y en 2019 la Asociación IWCA para liderar la descarbonización del sector.

Por su implicación en el sector del vino y su compromiso ambiental, Miguel A. Torres fue reconocido el pasado año por el Gobierno con la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Alimentario. Hoy, sus hijos y quinta generación familiar, se focalizan en la viticultura degenerativa y la recuperación de variedades ancestrales para adaptarse al cambio climático. De la misma generación también está Cristina Torres, relevo generacional en Marimar Estate Vineyards & Winery, en California, tal como contamos en esta noticia.

La creación del programa ambiental Torres & Earth tuvo lugar en 2008. ¿La Familia Torres se considera una precursora en el sector?

MT. Cuidar y respetar la tierra ha formado parte de la identidad de nuestra familia, de nuestra manera de ser. Vivimos de sus frutos y siempre nos hemos sentido muy unidos a ella. Pero en 2007, cuando vi el documental de Al Gore sobre el cambio climático, "Una verdad incómoda", me di cuenta de que debíamos intensificar lo que estábamos haciendo para no solo adaptarnos a lo que ya empezábamos a constatar, sino también para reducir nuestras emisiones para contribuir a frenar el aumento de temperaturas. Por eso pusimos en marcha el programa Torres & Earth de acción contra el cambio climático en 2008, cuando todavía se hablaba poco de ello. Empezamos a invertir en renovables, y a partir de aquí vino todo lo demás. 

¿Y a día de hoy, cómo sigue?

MT. Lo que hoy día estamos haciendo no tiene vuelta atrás, es más, nuestro compromiso final es llegar a ser una bodega con cero emisiones netas. Desde el principio también nos propusimos concienciar a otras bodegas y a toda la cadena de valor sobre la necesidad de actuar frente al cambio climático y por eso organizamos cada año los premios Torres & Earth o las jornadas ambientales con la Universidad de Barcelona, y participamos en numerosas conferencias para que nuestro ejemplo pueda servir de inspiración a otros bodegueros.

Familia Torres
Familia Torres lleva invertidos más de 19 millones de euros en medidas de eficiencia energética y sostenibilidad.

¿Qué balance hace de la evolución del programa en estos 15 años?

MT. Del 2008 al 2022, hemos reducido las emisiones de CO2 por botella en un 36%, desde el viñedo hasta el consumidor final, es decir en todo su alcance, teniendo en cuenta tanto las emisiones directas como las indirectas. Este es el balance auditado de Miguel Torres S.A. Si solo nos fijamos en las emisiones directas, la reducción es del 46%. Se ha hecho un muy buen trabajo con la colaboración del conjunto de la empresa y la implicación de nuestros proveedores, y hay que seguir esforzándonos e implementando soluciones para continuar con nuestro plan de reducción de CO2. 

Llevamos invertidos más de 19 millones de euros, principalmente en uso de energías renovables, medidas de eficiencia energética, movilidad eléctrica y reforestación, y también en medidas de adaptación. En 2030, nuestra meta es alcanzar el 60% de reducción como mínimo y convertirnos en una bodega de cero emisiones netas en 2040.

¿Cuáles son las principales amenazas a las que se expone la viticultura frente al cambio climático?

MT. Los viñedos están sufriendo las consecuencias del aumento de temperaturas. La vendimia se adelanta en todas las regiones vinícolas y esto puede afectar la calidad de los vinos. En la última campaña, en algunas de ellas, ya se empezaba a vendimiar en el mes de julio. Las cosechas se reducen como consecuencia de las temperaturas tan elevadas… 

Cada año sufrimos las consecuencias en forma de granizadas más frecuentes, golpes de calor, se secan las hojas e incluso los racimos, heladas de primavera, etc. La viticultura se está haciendo cada vez más complicada y hay que adaptarse cambiando algunas prácticas vitícolas, plantando variedades más resistentes o buscando nuevos escenarios donde plantar viña, ya sea a mayor altura o en otras latitudes.

De las diferentes acciones que están llevado a cabo para reducir sus emisiones de CO2, ¿cómo valora su proyecto pionero de economía circular basado en la reutilización del CO2 de la fermentación del vino?

MT. Muy positivamente, se interesan por él bodegas de todo el mundo. Se trata de un sistema innovador, relativamente sencillo y poco costoso que idearon nuestros ingenieros. Pudimos ponerlo en marcha en la campaña 2021, tras varios años de investigación. Consiste en colocar unos globos encima de los depósitos fermentadores de manera que puedan capturar el CO2 liberado durante el proceso de fermentación del vino, que es el que la planta había absorbido antes mediante la fotosíntesis. Luego el gas se comprime y es transferido hasta otro depósito donde se almacena, para ser reutilizado posteriormente como gas inerte de relleno en los depósitos donde se almacena el vino para evitar su oxidación, hasta el momento de ser embotellado, y evitamos así tener que comprarlo a terceros. 

Para esta próxima vendimia tenemos previsto ampliar el circuito con más depósitos para prolongar los días de captura de CO2 con el objetivo de llegar a ser 100% autosuficientes en consumo de este gas durante la vendimia. Lo que ahora estamos estudiando es la manera de fijar este gas una vez ya ha hecho su función como gas inerte y evitar así que vuelva a la atmósfera. La idea es transformarlo en algo estable como los bicarbonatos o carbonatos, que es el componente principal para la fabricación del vidrio, y utilizarlo en la fabricación de botellas de vidrio para el vino para cerrar completamente el círculo.

Familia Torres
La recuperación de variedades ancestrales por reproducción in vitro son uno de los objetivos de Familia Torres para adaptarse al cambio climático.

A raíz de la aplicación de la viticultura regenerativa y su ambicioso plan agrícola, surge este año la nueva certificación internacional Regenerative Viticulture Alliance (RVA). ¿Qué nos puede explicar al respecto?

MT. La viticultura regenerativa es una solución más que nos permitirá secuestrar CO2 atmosférico en el suelo gracias al uso de cubiertas vegetales y contribuir de esta manera a la reducción de nuestra huella de carbono. Esta es una iniciativa que impulsó mi hijo en 2020 y que aplaudo. Estamos transformando nuestros viñedos ecológicos hacia un modelo regenerativo para mejorar la salud de los suelos de los viñedos y conseguir un impacto positivo en términos de biodiversidad y secuestro de carbono, principalmente. 

La nueva certificación es importante en cuanto al establecimiento de un estándar reconocido internacionalmente, que va a permitir certificar los vinos que proceden de viñedos regenerativos y por tanto contribuyen a frenar el calentamiento global.

¿Por qué es tan importante la recuperación de variedades ancestrales que lleva a cabo Familia Torres desde hace 40 años?

MT. Este proyecto lo empecé en los años 80 gracias al profesor Boubals de la Universidad de Montpellier, quien me convenció para que buscara cepas que hubieran sobrevivido a la filoxera. Y así empezamos, con la idea de recuperar el patrimonio vitícola catalán, haciendo un llamamiento a los viticultores mediante anuncios en los periódicos locales, para que nos ayudaran a encontrar estas cepas perdidas. 

Con los años, mis hijos Miguel y Mireia han tomado las riendas de este proyecto y se están focalizando en aquellas variedades que tienen mayor potencial enológico y que podrían adaptarse mejor al cambio climático. Por ejemplo, de la forcada sabemos que madura tarde y mantiene una elevada acidez lo que la hace especialmente interesante en este contexto climático. De las más de 50 variedades que hemos recuperado en todo este tiempo, nos estamos centrando en seis de ellas (forcada, moneu, garró, querol, pirene y gonfaus) con las que ya estamos elaborando vinos.

Co-fundador de la IWCA en 2019, ¿cómo definiría el papel de ésta como activista climático, concretamente, dentro del sector agroalimentario? 

MT. La labor de IWCA (International Wineries for Climate Action) para hacer del vino un símbolo del activismo climático es fundamental. Fundamos la asociación a principios de 2019 junto con Jackson Family Wines de California y hoy ya somos más de 40 empresas vitivinícolas de 10 países productores de todo el mundo. Lo importante aquí es que tenemos un enfoque científico y unos objetivos ambiciosos de reducción de emisiones que deben ser auditados cada año, o cada dos años en el caso de las bodegas pequeñas. Y tenemos una certificación que lo avala. 

Somos un grupo de trabajo colaborativo en el que se comparten experiencias y conocimientos para avanzar juntos y de manera más efectiva hacia la descarbonización del sector a nivel global. También hemos sido la primera organización agrícola en ser admitidos a la iniciativa Race to Zero de las Naciones Unidas.

Familia Torres
Finca Mas La Plana, de Familia Torres (©T. Galitó)

¿Cuál es el objetivo clave de Familia Torres frente a la emergencia climática de cara al 2030?

MT. Tenemos unos objetivos muy ambiciosos porque estamos ante una emergencia climática. Queremos reducir nuestras emisiones de CO2 por botella (directas e indirectas) en un 60% como mínimo en 2030 respecto al 2008 y convertirnos en una bodega de cero emisiones netas antes del 2040. Para conseguir estos objetivos contamos con un Plan de Reducción de emisiones, que es nuestra hoja de ruta para cuantificar y definir las medidas a desarrollar para alcanzar nuestro objetivo.

Pensando en las futuras generaciones, ¿cree que una adaptación al cambio climático es posible?

MT. Siempre podemos adaptarnos pero, aun así, debemos seguir esforzándonos para contribuir a mitigar los efectos del calentamiento global. El principal objetivo en la adaptación es conseguir retrasar la maduración de la uva para garantizar la calidad de los vinos. Lo estamos haciendo  modificando algunas prácticas vitícolas que nos permiten ralentizar el proceso, como el marco de plantación o la selección del portainjerto, o plantando variedades más resistentes. También hemos plantado viñedos en zonas de montaña, como en el Prepirineo, en Tremp, o en terrenos de mayor altura en el Penedès y en el Priorat. En Chile, por ejemplo, nos estamos desplazando hacia el sur. Por otro lado, es importante optimizar los recursos hídricos; en nuestro caso, tenemos una planta de regeneración de agua para poder reutilizarla.

Como decía hay que adaptarse pero también hay que actuar para frenar la emergencia climática y reducir las emisiones de CO en todos los sectores y a todos los niveles. Según la revista Nature, estamos superando todos los límites para que la Tierra sea habitable, por lo que debemos acelerar e intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora más que nunca, hay que descarbonizar la economía con urgencia y tratar de adaptarse a la realidad climática que ya nadie puede cuestionar.

Imagen de portada: ©Ferran Nadeu