Chef

Un argentino de padre español elaborando cocina mediterránea y de autor en un club de golf de Sevilla. Este es Matías Álvarez Macnighte (Buenos Aires, 1982). El chef pasa por un momento en el que aprecia las experiencias vitales. Por ello, abandonó su propio restaurante en Utrera (Sevilla), para formar parte de un equipo de cocina “donde empezar de cero”. En el restaurante Hoyo 16, del Real Club Pineda, ha encontrado la estabilidad que buscaba. Poder compatibilizar su vida personal, con su pasión: la cocina. 

Matías, ¿cómo acaba un argentino en un restaurante sevillano?

MAM. El camino ha sido largo. Yo estudiaba cocina en Argentina y sin pensar que lo lograría pedí una plaza en el Bulli. Yo quería aprender con el mejor. Y me aceptaron en La Alquería de la Hacienda Benazuza, dirigida por Ferran Adrià. Ni me lo pensé. Además, como tengo doble nacionalidad, no hubo ningún problema. Llegué allí en 2006 y pasé dos temporadas, en las que aprendí muchísimo. Y me gustó muchísimo el ambiente de Sevilla, una ciudad donde se come mucho en la calle, con una cultura del tapeo increíble. Me atrapó, me fascinó. Y tras aquella experiencia ya me quedé. 

¿Cómo y por qué decidiste estudiar cocina?

MAM. Siempre me había gustado la cocina. Mi abuela, que era gallega, me enseñó mucho sobre la cultura culinaria española, sobre la cocina del aprovechamiento. En casa me crié en un ambiente donde se amaba la cocina. Y luego, de jovencito empecé con trabajos esporádicos en restaurantes y me enganchó el ambiente, el trabajo en equipo. Y sobre todo, me fascinó todo lo relacionado con la creatividad que se podía ver en las cocinas, que no es comparable con nada. 

Tras la Hacienda Benazuza, ¿cuál fue tu trayectoria?

MAM. Estuve varios años moviéndome por restaurantes de Sevilla, Marbella y Mallorca. Siempre buscaba sitios que me llamaban la atención, porque lo que quería era aprender. En Sevilla, por aquella época, la cocina estaba muy arraigada a la cocina clásica, y era complicado poder hacer cosas diferentes. Pero, por suerte, fue cambiando y transformándose. Ahora, Sevilla es una ciudad con una cocina muy abierta, muy técnica, muy vanguardista, incluso demasiado. Ahora, lo complicado es encontrar locales donde sean fieles a la cocina tradicional sevillana. 

También llegaste a regentar tu propio restaurante, ¿no es así?

MAM. Sí. Con mi mujer dimos el salto con un pequeño local en Utrera, el Palodhu Gastrobar. Era un restaurante con solo 7 mesas, donde hacíamos una cocina muy elaborada, con 20 platos. Y teníamos una carta de vinos muy especiales. Buscábamos siempre vinos diferentes. Dábamos algo especial. Pero estábamos en un pueblo y no siempre podíamos excedernos con la creatividad. Pero nos fue muy bien. El boca oreja nos funcionaba muy bien, y también venía gente de paso. Pasamos incluso la terrible etapa del covid, y aguantamos hasta el 2022. Pero decidimos cerrar. Tenemos una niña y no quería perderme su infancia. Además, tenía muchas ganas de volver al origen. Y eso que, cuando cerramos, nos ofrecieron llevar 20 bares. Me llovieron las ofertas, pero no era el objetivo. Ahora estoy como jefe de partida en el Restaurante Hoyo 16 y estoy muy feliz. Compagino además varias asesorías, y me da tiempo de estar en casa. 

¿No echas de menos estar al frente de tu propia cocina?

MAM. A veces, pero pocas. Yo ahora llevo, sobre todo, la partida de carnes. Y estamos siempre dándole vueltas a todo, investigando, probando y probando. Y estamos adentrándonos en las brasas, en la casquería… Estoy disfrutando, porque es una vuelta a los orígenes, y me apetecía mucho volver a la base. De hecho, llevo un año y pico y se ma ha pasado volando. Además, en el restaurante trabajamos con muy buen ambiente. Todo el equipo es fantástico. A veces, es cierto, que estamos algo coartados. No deja de ser un restaurante de un club privado, donde solo pueden comer los socios y sus invitados. Por lo que nos gustaría que fuera un restaurante abierto a todo el mundo, para tener más variedad de comensales. Pero lo dicho, ahora estoy genial. Estoy en un momento vital que necesito esto, más calidad de vida y disfrutar tanto de mi trabajo como de mi familia. 

Y de vez en cuando rompes esa “tranquilidad” presentándote a concursos como el de Cocinero del Año.  

MAM. Sí. Me gustan los concursos. Ya estuve en la semifinal de hace dos temporadas, y la verdad es que la experiencia me gustó tanto que he querido repetir.Aquella vez me pilló con inexperiencia, no sabía dónde iba… Pero aún así disfruté tanto que pensé que a la próxima me lo trabajaría mucho más. Y aquí estoy. Me lo he preparado muchísimo. Ahora sé cómo es el concurso y voy a por todas. 

Me preparo con muchas horas de trabajo. Empiezas con una idea inicial y acabas con algo totalmente diferente, porque le das tantas vueltas que la idea inicial evoluciona. De hecho, yo inicialmente pensé en presentarme con un cordero, una carne excepcional, de un criador de la Sierra de Sevilla. Pero vi que era tan buena la materia prima que la técnica no era necesaria. Así que he buscado otro plato para demostrar más mi estilo de cocina. Al final, he estado más de dos meses para acabar el plato. Es prueba, error, prueba, error… 

Una plataforma que te puede abrir muchas puertas y te puede hacer “volar”.

MAM. Sí, pero ahora mismo sigo pensando que mi sitio está en donde estoy. Yo me quedo con esto. Porque ahora mismo tengo la gran necesidad de estar en casa, con la familia, y eso no está pagado. Estoy en un restaurante donde me gusta lo que hago. Con buenos horarios, con un buen equipo, donde puedo investigar y probar. Tengo calidad de vida, haciendo alta cocina. Tengo las dos cosas que más me gustan y soy un gran privilegiado.

Y todo ello, en la partida de carnes. ¿Son las carnes con las que mejor te manejas en la cocina?

MAM. Ciertamente, como buen argentino que soy, me encanta trabajar las carnes, pero también los arroces. No me manejo tan bien con la fritura, por ejemplo, y eso que en el Sur parece que todos tengamos que hacer fritura. De hecho, en el restaurante no tenemos ni freidora. Creo que ya hay muchos cocineros que dominan el arte de la fritura. Yo prefiero dedicarme a otras cosas. Estoy muy interesado, por ejemplo, en las brasas. Me fascinan y estoy investigando mucho sobre esta técnica. ¡Echaría brasa a todo!

¿A quién consideras tu maestro?

MAM. No te puedo nombrar a solo uno, sino a 20. Por nombrar a los grandes, no puedo olvidarme de Adrià, de Berasategui, de Ángel León. A él le debo mucho, porque me ha inspirado mucho, sobre todo, cómo se apasiona por la cocina de Km0. Hace muchos años, cuando hablé con él -no tenía ni la primera estrella Michelin- me dijo: “Mira Matías, olvídate de la sal Maldon, aquí en el Sur tenemos la mejor sal del mundo”. ¡Y qué razón tenía! 

Y también tengo que mencionar a grandes amigos que me han enseñado muchísimo, como a Dani Raíces, a Hilario… En el fondo me gustan los cocineros que marcan mucho su forma de pensar, su filosofía. En Benazuza, por ejemplo, aprendí mucho, pero allí estaba todo milimétricamente medido. No podíamos avanzar ni un milímetro más allá de lo que nos pedían, que no era otra cosa que una réplica de lo que hacía Adrià. 

Y ahora, ¿cómo definirías tu cocina?

Yo hago cocina mediterránea de autor y con gracia. Todo lo que hago tiene un sentido. Pero, si por mí fuera, cocinaría siempre solo con tres ingredientes. 

 

Carlos Alberto Prieto nació en Perú y allí curso estudios en La Cordon Bleu, de Lima (Perú), tras los cuales se trasladó a Valladolid, donde residía su madre. Aquí se puso a trabajar, aprender y desarrollarse culinariamente, de ahí que "se puede decir que mi etapa de formación la hice en Lima, pero mi etapa laboral al 100% en España, con lo cual, tengo ambas culturas gastronómicas muy presentes en mi forma de cocinar", explica el chef y fundador de La Barra del Indiano, en la capital vallisoletana.

Él confiesa que supo desde siempre que quería ser cocinero y llegar a tener su propio restaurante, un sueño que le viene desde muy pequeño. Nada menos que desde los 5 años, cuando empezó a ayudar a su abuelo en la cocina los fines de semana, cortando tomates y verduras, un hecho que marcó mucho su vida profesional. "Era lo único que focalizaba mi atención y me mantenía concentrado durante mucho tiempo. Con ello, tomé el gusto de cocinar, de cuidar y de ver disfrutar a los míos. Y no he parado hasta ahora".

En 2019 abriste tu restaurante que defines como un warique. Explícanos qué es.

C. P. Un warique en Perú es un sitio escondido, un sitio secreto conocido solo por unos pocos en el cual se come de manera excepcional a un buen precio. Bajo esa premisa decidimos definir así el restaurante por su ubicación, la infraestructura del local, la comida y el cambio mensual que tenemos de menú.

Y tu restaurante se llama La Barra del Indiano. ¿De dónde viene el nombre?

C. P. El nombre del restaurante viene por los indianos y sus descendientes retornados de América “enriquecidos”. El nuestro es un enriquecimiento gastronómico y cultural. También tenemos en la familia antepasados directos provenientes de España, principalmente de Castilla y León, Cantabria y el País Vasco. De ahí el nombre de indiano. Y lo de la barra es porque los primeros 6 meses tuvimos una pequeña barra que decidimos anular para centrarnos en un mejor servicio de restaurante.

Tu cocina es una fusión entre la española y la peruana, tradicional y vanguardista. ¿Cómo trabajas esa combinación?

C. P. La verdad es que me sale de manera natural. Como dije antes, he pasado la mitad de mi vida en cada sitio, formándome en Lima y desarrollándome profesionalmente en España. Además, ya de por sí, la cocina española y peruana están muy unidas, aunque no lo parezca. La herencia culinaria española durante el tiempo del Virreinato fue y es muy grande. Los guisos tradicionales no los concebimos si no parten de ajo y cebolla y luego tienes las variantes, como es natural: en Perú, los ajíes, y en España, por ejemplo, el pimentón, ñora, etc.

Así que mi manera de trabajar es con producto de cercanía, de temporada y voy añadiendo alimentos peruanos dependiendo del producto principal que esté trabajando.

Tu cliente español, ¿qué es lo que más valora de los sabores peruanos que le ofreces?

C. P. Sobre todo el recuerdo que tienen de haber comido una salsa, guiso, leche de tigre, etc. integrado en una receta tradicional española o de un producto tan de la tierra como puede ser un espárrago blanco de Tudela de Duero. El descubrir nuevos sabores, productos o mezclas que tal vez no tienen en su registro de sabores. Los clientes vienen a disfrutar y sorprenderse y, por suerte, siempre lo conseguimos.

Ofrecéis un menú degustación que cambia cada mes. ¿Qué destacarías de él?

C. P. No contamos con una carta, solo trabajamos el menú degustación mensual en formato de 8 y 6 pases. Trabajamos la temporada, el mejor producto y, en torno a este, construimos el menú de cada mes. Siempre contando con la proximidad y trabajando con productores locales que incluso nos plantan producto peruano.

Parte del encanto de nuestra casa es eso, el cambio, y lo mantenemos como premisa casi para todo, es decir, no quedarnos quietos, experimentar y mejorar siempre.

En la web de tu restaurante dice: "La cocina no es solo guiso y técnica, la cocina es pasión, trabajo duro, creatividad y emoción en cada plato". Como cocinero, ¿qué te aportan todas esas sensaciones que están, pero que no se ven?

C. P. Como con cualquier trabajo, creo que debes sentir, o al menos bajo mi punto de vista, deberíamos sentir auténtica pasión por lo que hacemos, si no la monotonía entra en juego y eso casi nunca lleva a buen puerto. El trabajo duro es la constancia, el mantener un paso firme hacia un objetivo final que es estar y que estén satisfechos con tu propuesta, disfrutar y que disfruten con nuestro trabajo.

La creatividad es parte de nuestro día a día y nuestra seña de identidad, y no solo en la cocina. Es una constante en nuestra vida. La suma de todas estas cosas hace que al cocinar siempre tenga las emociones a flor de piel y, de alguna manera, creo que se llega a transmitir. Yo cocino como vivo, se podría decir.

¿Qué importancia le das a la formación de un cocinero?

C. P. Creo que la formación es parte importante en cualquier profesión, oficio o hobby. No solo vale con tener talento o cierta predisposición a ser bueno en algo, tiene y debe ir de la mano con la formación. En nuestro oficio el aprendizaje es diario y toca muchas variables, desde el producto con los proveedores hasta las finanzas en nuestros propios negocios, con lo cual no solo nos vale con cocinar.

¿Cuáles son tus planes de futuro?

C. P. Los planes a futuro principalmente son mudarnos a un local igual de warique, con una cocina más grande y seguir afianzando nuestra marca, seguir persiguiendo nuestro sueño.

¿Qué te llevó a presentarte al concurso de cocinero del año?

C. P. Los retos siempre me han motivado. Participar en el concurso cocinero del año es un gran reto, un privilegio y una gran experiencia muy enriquecedora. Poder competir y compartir con compañeros de profesión de alto nivel, vivir el cocinado con un gran amigo a mi lado, con ilusión, emoción y mucha pasión. Como he dicho, una gran experiencia que recordaré toda la vida.

Recientemente, fue una de las protagonistas del certamen de cocina dulce GastroEbre en Flix. Paula Domenech (Falset, 1987) es chef pastelera formadora en el CETT-UB, y una de las mujeres que marcan tendencia en la escena más golosa del mercado gastronómico actual.  Inició sus estudios en Psicología, realizó un posgrado en Marketing y Comunicación de Marca, pero siempre tuvo en mente la pastelería. Así, decidió perseguir uno de sus sueños pendientes y en 2014, se inscribió en el curso de pastelería impartido por Eric Ortuño en la Escuela Hofmann. Allí empezó un camino que se forjó a base de mucha formación, pasión y creatividad. 

Hoy en día, es una de las formadoras de los jóvenes futuros chefs en el CETT-UB, en el Grado de Ciencias Culinarias y Gastronómicas. Donde además proclama su pasión por la pastelería más saludable y esa fusión tan particular que hace entre pastelería y psicología. 

Paula, ¿cómo acaba una licenciada en psicología siendo maestra de pastelería?

P.D. En 2014, me inscribí en el curso de pastelería impartido por Eric Ortuño en Hofmann. Tras completar el curso, me ofrecieron quedarme un año más para realizar prácticas, lo que me permitió adquirir una sólida base. A medida que mi pasión por la pastelería crecía, me di cuenta de que pasaba cada vez más tiempo ideando creaciones y combinaciones de sabores. Esto me llevó a tomar la decisión de enfocarme por completo en el mundo de la pastelería.

Con el tiempo, he aprendido que la vida está llena de nuevos caminos que se entrecruzan a lo largo de nuestro viaje, y que no existen decisiones "buenas" o "malas"; todas contribuyen a nuestro crecimiento. De hecho, mi amor por ambas áreas hicieron que más adelante naciera mi proyecto o marca personal, La Paula Pessics, permitiéndome unir dos de mis pasiones, la psicología y la pastelería. 

Después de mi etapa en Hofmann, que duró alrededor de dos años, continué mi formación con diversos cursos en Chocovic, con Miquel Guarro, con Enric Rovira… También tuve la oportunidad de pasar por restaurantes, como Lasarte con Xavi Donay, en el obrador de Santacreu con Lluc Dalmau, en el restaurante de los Hermanos Torres, donde trabajé con Rafa Delgado, y en Jordi Bordás.

¿Se necesita mucha “psicología” en el mundo de la cocina profesional?

P.D. La psicología desempeña un papel esencial en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y el ámbito de la cocina profesional no es una excepción. En la cocina profesional, no solo se requieren habilidades culinarias, sino también la capacidad para gestionar situaciones y relaciones interpersonales, lo que convierte a la psicología en un elemento integral de la experiencia culinaria en nuestro día a día. 

De hecho, ahora estás ejerciendo de formadora en el CETT. ¿Cómo llegan los alumnos a tu asignatura? ¿Cómo se enfrentan a ella?

P.D. La asignatura de pastelería se imparte en el segundo año del grado en Ciencias Culinarias y Gastronómicas en la universidad del CETT-UB. En esta asignatura, explicamos los fundamentos de la pastelería desde una perspectiva más holística, abarcando tanto la pastelería tradicional como la pastelería enfocada en las tendencias actuales y sus necesidades. Desde mi experiencia, intento transmitir a los alumnos todos los conocimientos, tanto teóricos como prácticos, que he adquirido a lo largo de estos años. La mayoría de los alumnos tienen poca experiencia previa en pastelería, pero personalmente creo, y así se lo intento transmitir, que lo más importante es la actitud y el esfuerzo que ponen en aprender y crecer, tanto en términos de conocimientos como a nivel personal. También entiendo que no todos los alumnos tienen la intención de especializarse en pastelería, pero considero que es esencial adquirir una base en este campo si van a dedicarse a la alta cocina o a la industria, las dos menciones que ofrecemos en el CETT-UB dentro de este programa de grado.

Recientemente, pasaste por GastroEbre, unas jornadas donde se ensalza el papel de la cocina dulce ¿Crees que la pastelería, los postres de restaurante son los “hermanos pequeños” de la alta cocina? ¿Qué piensas que se debe hacer para que dejen de ser minusvalorados?

P.D. Aunque sigue siendo un desafío, creo que cada vez más se está prestando mayor atención a la calidad de los postres en la alta cocina. Se está invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo en tener unos postres de alta calidad. Sin embargo, fuera del ámbito de la alta cocina, los postres aún no son debidamente valorados. A menudo, parece que el simple hecho de ser dulce es suficiente, lo cual no es el caso. En parte, es nuestro trabajo educar a los clientes para que comprendan que no todos los postres son iguales y que detrás de un postre hay un trabajo, conocimiento y experiencia que debe ser valorado. Eventos como el de Gastroebre son iniciativas muy importantes para el sector, ya que permiten mostrar al público en general y a otros sectores dentro de la restauración, la importancia de la pastelería en el contexto culinario.

Ahora eres maestra, pero ¿a quién consideras tu “maestro”? Dicho de otra manera, ¿quién te ha influido e inspirado más en tu forma de cocinar?

P.D. Uff… creo que todas las personas que han estado directa o indirectamente en mi vida me han aportado algo en el tipo de pastelería que hago. No podría considerar a una sola persona, porque estoy segura de que me dejaría a alguien. Desde mis profesores, mis padres, mis amigos, mi pareja, hasta mis alumnos, de los cuales aprendo todos los días y que me motivan a esforzarme por mejorar día a día.

También otra de tus peculiaridades es que propones una pastelería para todos los paladares y públicos, incluso los que tienen alergias alimentarias o preferencias por una alimentación más sana. ¿Eso cómo es posible? ¿Cómo se puede asociar pastelería con alimentación sana?

P.D.  Una de las cosas más importantes para poder hacer una buena pastelería adaptada a las diversas necesidades de hoy en día, como alergias o preferencias alimentarias, es el conocimiento de los ingredientes y las técnicas con las que trabajamos. De esta manera, podemos crear o adaptar recetas ya existentes para satisfacer esas necesidades específicas. Para mí, el conocimiento y la experiencia han sido y siguen siendo la base de mi crecimiento en el campo de la pastelería y la investigación. De hecho, actualmente estoy estudiando dietética y nutrición, ya que, además de ser un campo que siempre me ha interesado, creo que me puede proporcionar muchos conocimientos aplicables a la pastelería y a la investigación y desarrollo. De hecho, ya formo parte del grupo de investigación que hay en la universidad.

Además, siempre intento ser lo más rigurosa posible cuando se trata de ciertos temas. Por eso, no me gusta mucho hablar de pastelería saludable, ya que considero que no hacemos pastelería para promover la salud. De hecho, lo que puede ser beneficioso para una persona puede no serlo para otra. Ahora, poder hacer una ‘buena pastelería’ en la que todas las personas con algún tipo de alergia o preferencias alimentarias puedan disfrutar, lo cual sería una forma de ‘salud emocional’, es lo que me gusta y me hace feliz. Y esto se logra a través del conocimiento de los ingredientes con los que trabajamos y de mucha experiencia.

¿Es el futuro de la pastelería, el uso de esos ingredientes más “inclusivos”, aquellos que todo el mundo puede comer sin problemas digestivos o de alergias?

P.D. El enfoque de ingredientes más inclusivos en la pastelería es una tendencia creciente y puede que sea parte del futuro de la pastelería. A medida que más personas se vuelven conscientes de sus necesidades dietéticas, alergias o preferencias alimentarias, la pastelería también intenta buscar maneras de adaptar sus recetas para acomodarlas a un público más diverso. El uso de ingredientes que son “más tolerantes” para una variedad de dietas, como alternativas sin gluten, sin lácteos o sin azúcar, se ha vuelto más común. Esto nos ha permitido que las personas con restricciones dietéticas puedan disfrutar también de la pastelería.

Sin embargo, considero que esto es solo una parte del futuro de la pastelería, y no la totalidad. Personalmente, no creo que en el futuro la pastelería inclusiva reemplace por completo a la pastelería tradicional; coexistirán, lo que permitirá que un amplio espectro de personas disfrute de una variedad de opciones de pastelería.

Hablando de ingredientes, ¿qué ingrediente es tu favorito y cuál no podrías o no te gustaría nunca utilizar?

P. D.  Se me ocurren muchos ingredientes que me gustan. Depende un poco de cada momento, los cítricos me encantan, los frutos secos y el chocolate también… pero todos ellos necesitan de la sal, uno de los ingredientes más importantes en pastelería y muchas veces olvidado. Esto es algo que me enseñó uno de mis ‘maestros’ de pastelería, Miquel Guarro.

Y para acabar, miremos al futuro… ¿Te gustaría en 10 años estar…?

P.D. Pues para mí no es tan importante el ‘dónde’, sino el ‘cómo’. Y es que, esté donde esté, tengo claro que quiero estar en un lugar donde me sienta bien, donde se me respete y me permitan seguir avanzando, aprendiendo y evolucionando tanto en el ámbito laboral como en el personal. 

 

Es uno de los chefs pasteleros más respetados de la profesión. Ricard Martínez (Barcelona, 1977) estuvo durante décadas ligado a Espai Sucre, donde ejerció de maestro de maestros y donde desarrolló nuevas técnicas y combinaciones inimaginables. Su perfil pedagógico, su pasión por el mundo dulce y su dominio de la técnica le convirtieron en breve en uno de los profesionales de la cocina dulce más buscados. De hecho, es una de las figuras más importantes de la divulgación del bagaje teórico de las armonizaciones dulces. Buena parte de esa divulgación la impartía en el Essence, un espacio que marcaba distancias con el restaurante de postres convencional. Era un lugar para vivir una experiencia gastronómica, sensorial, didáctica y lúdica. Solo 12 comensales, una única mesa, un menú de cinco postres, tres tapas saladas y tres tapas dulces, todas armoniosamente maridadas con cócteles elaborados por Javier Caballero.  

Ahora, desligado de la que fue su casa durante años, sigue como asesor y creativo de no pocos restaurantes, muchos de ellos con estrella Michelin. Martínez, que forma parte del Colectivo 21 Brix, pasa por una nueva etapa de reinvención -no es la primera-, trabajando su propia marca personal: Ricard Martínez. El chef no descarta dar un paso más allá, hacia algo totalmente nuevo, donde su creatividad pueda tener rienda suelta. Mientras, sigue compartiendo con sus colegas trucos y secretos de cocina. Así lo hizo en la pasada edición de GastroEbre Flix, donde ofreció una clase magistral sencillamente espectacular. 

Ricard, ahora que vas a iniciar una nueva aventura, miremos atrás. Miremos a tus inicios. 

RM. Habría que mirar muy atrás. Trabajé en Can Fabes, con Ramón Freixa, coincidí con gente que había estado en el Drolma… Entonces, descubrí Espai Sucre, porque me quería formar. Hice el curso de 11 meses y cuando acabé me dijeron que me quedara. Y allí me quedé de jefe de Cocina durante 9 años. Vieron mi perfil, que venía de la cocina salada, y vieron que encajaba perfectamente. Fue un gran aprendizaje. Al principio 16 horas al día para formarme bien. Luego gestión del personal, de la cocina, creatividad… Porque fue de los primeros chefs, o el primero de Espai Sucre, que empecé a crear platos salados y postres junto con Jordi y Xano. Y después, los últimos años, ya pasé a dirigir el departamento de Creatividad de la Escuela Espai Sucre. Y allí pasé 15 años de mi vida. Pero el balance es de mucho agradecimiento por lo que me han enseñado y por lo que yo he podido aportar. Mi visualización de la gastronomía es “muy Espai Sucre”. Pero esta ideología tan romántica de lo que es Espai Sucre yo lo que hago es aterrizarlo al suelo. Este discurso lo hago más llano, porque todo lo que se hace allí tiene que llegar a la gente normal. No se puede quedar en cuatro profesionales y otros tantos eruditos. 

¿Y cómo lo puedes o lo vas a hacer? 

RM. Creo que mi figura siempre tiene que estar asociada a la alta gastronomía. Voy a seguir ofreciendo acompañamientos -no me gusta decir asesoramientos- a restaurantes de estrella Michelin, eso está claro. Pero ahora estoy en un momento de reinvención. 

¿Y por qué decides marchar de Espai Sucre?

RM. Estoy fuera desde enero. Y fue una decisión madurada y meditada. Piensa que he estado muchos años, y siempre “on fire”. Yo soy una persona muy natural, abierta y empática, y me encanta cuidar a la gente de mi alrededor, a mi equipo. Y así he estado todo este tiempo. Pero ahora sentía que tenía la necesidad de abrir nuevas etapas profesionales y creativas. Quería hacer nuevas cosas, abrir nuevos caminos. Y ahora tengo una experiencia que, gracias a estos años en Espai Sucre, me permitirán abrir nuevos horizontes. Era el momento. 

Y ahora… 

RM. Ahora estoy trabajando mi propia marca personal, para ofrecer alta gastronomía, calidad, pero para luego diversificarlo y hacer otros conceptos más accesibles. Quiero seguir acompañando a grandes chefs, y seguramente habrá algo nuevo, totalmente diferente a lo visto hasta ahora. Me encantaría hacer algo parecido a lo que han hecho los Roca. Su propia marca de alta gastronomía también se puede ver y catar en otros conceptos más accesibles, como las heladerías de Jordi Roca. Quiero democratizar y hacer accesible la alta gastronomía dulce. Y tengo una gran ventaja: el dominio del sabor. Porque no hay ningún sitio que trabaje mejor el sabor que en Espai Sucre. Y eso me dará un plus de diferenciación único. 

En esta democratización también está el compartir de otros compañeros, ¿no es así?

RM. Totalmente cierto. El compartir conocimientos, técnicas, formas de hacer y declarar y subrayar que son de uno u otro chef es ideal. Yo no tengo ningún problema en decir que esto lo hago como Miquel Guarro o que esto otro es de Roca. De hecho, creo que somos un referente mundial gracias a que aquí sabemos compartir. 

Un referente mundial, pero en la pastelería todavía falta ese reconocimiento más popular ¿Por qué?

RM. En pastelería es cierto que nos falta ese reconocimiento y no sé, por qué realmente pasa eso. Seguramente, es una cuestión de sabernos vender mejor. El enfoque de la pastelería no ha sido tan directa como el de la gastronomía salada. Al final la pastelería se ha quedado más en el obrador. Ahora es cuando empezamos a darle más valor, desde los propios pasteleros. Porque de calidad y de técnica no tenemos nada que envidiar. La alta pastelería para llegar a todos tenemos que romper clichés y ver cómo acercarnos más a la gente de pie. Porque estoy seguro de que es más fácil llegar a todo el mundo con la alta pastelería. De hecho, un pastelero de alta pastelería es más accesible que un menú de alta gastronomía en un restaurante con estrella Michelin. 

¿Cómo diferenciamos la pastelería de restaurante a la pastelería de tienda?

RM. Sobre todo, una de las grandes diferencias es que la de restaurantes es mucho más efímera que la de tienda. Además, la pastelería de restaurante se transforma desde la cocina a la mesa. Además, la proximidad al cocinero y a la cocina enriquece muchísimo más a la pastelería de restaurante, y eso la hace única. Las herramientas técnicas, por ejemplo, se pueden compartir, y la imaginación se expande al trabajar con la cocina salada. Por ejemplo, la técnica del papillote, el uso de las hierbas aromáticas, de las especias…  

Y tú, ¿dónde estás más cómodo, en las aulas, en la formación, en la asesoría, en el obrador, en el estudio ideando y creando…?

RM. A mí me gusta mucho el acompañamiento y asesoramiento, para enseñar y aplicar toda la creatividad y la técnica. Y formar equipos e incorporar todas estas formas de hacer en el mundo del restaurante. 

Un poco de autocrítica ¿qué piensas de los postres de restaurante en nuestro país?

RM. Creo que demasiadas veces, y en grandes restaurantes, el postre queda al margen de la experiencia gastronómica y es una pena que no haya un sentido como lo hay con el resto del menú. A veces hay marcajes de sabor deficientes, conceptos deficientes… Si tú me estás contando una historia en la parte salada, cuando llega el postre, éste debe continuar esa historia. Y esto pasa en grandes casas… Y es una pena, porque demuestra cierta dejadez. 

Yo creo que además, después del covid, esto se ha acentuado, porque se han generado nuevas formas de trabajar. Se ha aprovechado el momento para reducir plantillas, para reducir costes. La gente preparada cada vez son menos. Y sobre todo hay una gran carencia de profesionales de la pastelería de restaurante. Y lo que creo es que en el futuro (y ya está pasando) se tendrá que externalizar. Igual se externaliza el marketing, la comunicación de un restaurante, se tendrá que externalizar los postres, para ofrecer un servicio y una coherencia a todo. Esta necesidad irá en aumento y será un nicho que irá creciendo. 

 

La pastelería de restaurante es, posiblemente, una de las disciplinas más metódicas y técnicas de la cocina. Pero los postres de restaurante no siempre tienen el reconocimiento que se merecen. Jornadas como GastroEbre, dedicadas 100% a la cocina dulce, están aportando mucho para ensalzar el papel que se merece estas creaciones culinarias y sus artistas. Porque la cocina dulce es auténtico arte en un plato y sus creadores, los y las chefs, sus autores.  

Cocineros y cocineras como Eva Feliu (Ullastret, 1998), chef pastelera del restaurante Aürt de Barcelona. La joven chef participó en las jornadas de GastroEbre celebradas en Flix el pasado octubre, y demostró que la pastelería de restaurante también está mirando al aprovechamiento alimentario, a la sostenibilidad y a la cocina más saludable. 

Nacida en un entorno rural, Feliu se formó en la Escola Bellart de Barcelona y pasó por un rodaje en pequeños establecimientos pasteleros. Fue en una de estas pequeñas pastelerías donde coincidió con Maurici Cot. El maestro la acercó a los productos sin gluten y sin lactosa, cosa que le interesaba personalmente, al ser celíaca. También pasó por La Pastisseria de Barcelona, junto a Josep Maria y Ana; y se estrenó en la pastelería de restaurante en Bo.Tic. “Fueron casi tres años mágicos e intensos -recuerda Eva Feliu-. Allí aprendí muchísimo y viví una experiencia muy bonita al celebrar con ellos la segunda estrella”. Fue entonces cuando decidió dar el salto a Barcelona, y recayó en el restaurante de Artur Martínez, Aürt, donde “no solo encontré un trabajo, también una familia”. 

Eva, recientemente te vimos en GastroEbre ofreciendo una sesión de cocina dulce y “re aprovechamiento”. ¿También la pones en práctica en Aürt? ¿Cómo? 

E.F. Por supuesto. Cuando trabajas en la alta gastronomía, todos se fijan en lo que haces, por eso es interesante intentar hacer un poco de pedagogía. Debemos usar el altavoz que tenemos para hacer calar ideas con un impacto positivo, como el reaprovechamiento alimentario. En Aürt, no solo yo, sino todo el equipo trabajamos intentando reducir al máximo los desperdicios que generamos. Es un ejercicio de reflexión a nivel individual. Mientras trabajas, vas analizando las mermas que tienes y buscando alternativas creativas y, por supuesto, ricas, para no desperdiciarlas. 

¿Qué es para ti la cocina de aprovechamiento?  

E.F.  El aprovechamiento forma parte de la cocina sostenible pero también de los orígenes de la cocina. Antes no se desperdiciaba nada. Es la abundancia de nuestra sociedad que nos inculcó este mal vicio de tirar comida. No es que volvamos atrás, pero con el reaprovechamiento, nos reinventamos para mirar hacia adelante con la conciencia tranquila. Tratamos de no tener desperdicios en nuestros postres. De hecho, hemos hecho varios postres donde demostramos que trabajamos para no desperdiciar nada, porque el aprovechamiento forma parte de la cocina sostenible. Por ejemplo, con el pan que nos quedaba todas las noches después del servicio trabajamos en un postre de pan con fruta. A principios de verano, siguiendo la temporalidad, servimos un postre de nísperos usando toda la fruta, incluso el hueso. Y todo el verano, hemos servido el pre postre de sandía aprovechando no solo la pulpa sino también toda la piel de la misma.  

Es, de hecho, una manera de sostenibilidad. Y como dices, en Aürt lo ponéis en práctica ¿De qué otras maneras?

E.F.  En Aürt la sostenibilidad es "ley", por eso, trabajamos respetando la temporalidad de los productos. Además, trabajamos con pequeños proveedores y productores, de aquí a varios los hemos ido a visitar para conocer sus proyectos. Eso no solo estrecha el lazo con ellos, sino que también nos reafirma en usar sus productos y nos permite contar mucho mejor a nuestros comensales la historia de lo que están comiendo.

Hablemos un poco más de los postres de Aürt. ¿Cómo diseñas la carta dulce del restaurante? ¿Está en fusión con la oferta de Artur? ¿La diseñáis juntos?

E.F.  Los postres de Aürt siguen la misma línea que la parte salada y los trabajo con Artur. Cuando empecé a trabajar con Artur y el equipo, empecé a empaparme de su filosofía y así llegué a poder plantear ideas de platos o elaboraciones, Y, del mismo modo, cuando él me da alguna idea, puedo comprenderlo y desarrollarla. Los postres que tenemos son un trabajo en equipo y esto es lo que los enriquece. Muchas veces le doy a Artur a probar una idea y me dice "me gusta, pero le falta algo". En este momento aprendo mucho, porque es cuando él se saca de la manga un ingrediente que no conozco o un matiz en el que yo no pensaba, etc. 

¿Eres de las que gusta acabar los postres en mesa? Es decir, que los postres sean evolutivos…

E.F.  No especialmente, aunque sí me gusta la parte efímera de los postres y servirlos y contar la historia que hay detrás y los elementos de un postre a los comensales. Tener esta interacción es probablemente de las mejores partes de trabajar en un restaurante con la cocina abierta como Aürt. 

¿De qué creación te sientes más orgullosa o cuál recuerdas como un hito en tu carrera?

E.F. A mi edad me gusta pensar que siempre mejoraré y evolucionaré. Justo acabo de empezar en este mundo y por esto no le doy muchas vueltas a lo que ya he hecho. Probablemente, empezaría a ver defectos y márgenes de mejora (supongo que va con mi carácter). Aún así, recuerdo cuando hice el postre del pan que antes mencioné. Fue de las primeras ideas que tuve en Aürt y gustó mucho a todo el mundo. Fue muy gratificante porque era el primer postre que partía de una elaboración mía. 

¿Qué ingredientes utilizas más habitualmente en tu cocina dulce y cuáles empiezas a no utilizar o a rebajar?

E.F.  Me gusta mucho trabajar con las frutas de temporada y Artur siempre me anima a jugar con verduras. Intento rebajar las cantidades de azúcar a favor del sabor de los ingredientes de calidad y disminuyendo también las grasas de los postres. Todo esto nos ayuda a tener platos más agradables de comer después de todo el menú, que sean dulzones pero frescos y sin hacerse pesados.

¿Crees que la pastelería de restaurante sigue estando minusvalorada? ¿Qué se puede hacer para darle el valor que se merece?

E.F.  Creo que hay quiénes todavía no le dan el mismo valor que la parte salada. Es un problema que según veo, viene de antes. La figura del pastelero de restaurante es relativamente nueva y es la que va a dar el cambio para poner la parte dulce al nivel de la salada. Tenemos la suerte de tener a grandes pasteleros que hacen un muy laborioso y sacrificado trabajo que así, poco a poco, le dará más valor al postre. 

¿Hacia dónde crees que va la pastelería de restaurante? ¿Y hacia dónde te gustaría que se dirigiera? 

E.F.  Cada vez se acerca más a la parte salada y viceversa. Esto es muy chulo porque se trata de un enriquecimiento de ambas cocinas, la dulce y la salada a nivel tanto de ingredientes como de técnicas. Además, se aleja de estos azúcares tan refinados y grasas saturadas de la pastelería de toda la vida, que llenan tanto después de toda una comida. A mí me gustaría encontrar esos postres ligeros y agradables que limpian el paladar y el estómago, pero sin perder ese punto dulzón y cremoso con el que a todos nos gusta terminar. 

Para acabar, un restaurante donde te hayan fascinado sus postres 

E.F. Cuando pienso en postres que me han gustado mucho me vienen a la cabeza los postres Rafa Delgado (Cocina Torres). Cuando pienso en los que me han gustado y sorprendido a partes iguales pienso en los de Diego Guerrero. Realmente es difícil. Hay mucha gente que intenta jugar con cosas del mundo salado en los postres, pero allí esa influencia sutil del mundo salado sin perder el dulce descuadra.  

El mejor postre que has comido en tu vida. 

E.F.   Sin duda alguna, recuerdo todos los matices y me encantó la carbonara de plátano de Jordi Roca. 

El maestro o fuente de inspiración.

E.F.  Intento tener varios referentes en el ámbito profesional. Creo que solamente así puedes encontrarte a ti mismo. Por eso, sigo el trabajo de grandes pasteleros y cocineros. Pero mi fuente de inspiración y descubridora de este mundo de la cocina es mi abuela. Ella siempre ha estado en los fogones y es, sin duda, de quien aprendí las bases y el cariño que requiere nuestro trabajo. Además, me ayuda a mantener la cabeza clara y volar pero con los pies en el suelo. 

Este 2023, el Grupo Nomo ha celebrado sus 15 años de andadura. Fue en 2007 cuando Borja Molina-Martell y su hermano Juan Molina-Martell, su cuñado, Ramón Jiménez, y su socio japonés, Naoyuki Haginoya, inauguraron aquel primer local. Hoy, gestionan un equipo de casi 200 personas. El grupo ha crecido y expandido hasta alcanzar los diez restaurantes en España con los tres locales en Barcelona (Nomo Gràcia, Nomo Galvany y Nomo Sarrià), otros tres en la Costa Brava, asociados con la familia Figueras y Xavier Rocas (Far Nomo y Nomo Nàutic y Nomo Mar), uno en Girona (Nomo Girona) y Nomo Braganza en Madrid.

Borja Molina-Martell era un joven sin experiencia en el sector cuando abrió el primer Nomo. Poco antes, y recién licenciado en Administración y Dirección de Empresas en IQS, de la Universidad Ramón Llull, Borja ya hizo sus pinitos como emprendedor. Fundó Mantelaria, empresa de manteles de papel como soporte publicitario. Y es que, siempre le había interesado el sector de la hostelería, pero poco se imaginaba que iba a acabar dirigiendo un imperio como el actual. Y es que, a los 10 locales, se añade Nomo Market, ubicados en El Corte Inglés -el próximo abrirá sus puertas el 6 de noviembre en El Corte Inglés Diagonal de Barcelona-, y Nomomoto, el servicio de entrega a domicilio y take away, que opera en Barcelona desde hace más de diez años y en Madrid desde hace dos.

Borja, ¿cómo y por qué das el paso de Mantelaria a Nomo y por qué decides este concepto de restaurante?

B.M.M. Sí, cierto… Un par de años antes de abrir el primer restaurante Nomo, creé junto con unos compañeros de la universidad Mantelaria, una empresa que tenía que ver con la introducción de publicidad en los manteles de papel de los restaurantes. El negocio no funcionó como esperábamos, pero aprendimos mucho de ello.

Al tiempo surgió la idea de crear el primer restaurante Nomo. Mis hermanos y yo éramos amantes de la gastronomía japonesa. Juan estuvo un tiempo viviendo en Londres, donde descubrió diferentes conceptos gastronómicos que aún no habían llegado a España. Por ejemplo, allí había locales que ofrecían todo tipo de piezas de sushi en formato delivery y take away. Intuimos que era algo más que una moda; que el mundo occidental había descubierto la cocina japonesa y que había venido para quedarse, pero en aquel momento en España era demasiado pronto para apostar únicamente por un producto como el sushi. 

Observamos que no había una oferta de cocina japonesa equilibrada en cuanto a innovación en la cocina, buena imagen a nivel de locales y a un precio razonable, por eso, decidimos lanzar nuestro propio restaurante en el barrio de Gracia, para que la gente probara el producto y conociera esta nueva tendencia. 

Si pudieras volver atrás, ¿volverías a hacer el mismo camino? ¿Qué cambiarías? ¿Sería un restaurante igualmente de cocina nipona?

B.M.M. No cambiaría nada del camino. El camino se compone de los aciertos y errores, y modificar algo de eso podría alterar el resultado. Efectivamente, hay cosas que han sido un error, pero las seguiría haciendo. Porque muchas veces de una experiencia mala, luego ha salido otra mejor o ha ayudado a que surgiese otra oportunidad de negocio.

Nuestra relación con Japón va más allá de los restaurantes Nomo. Somos amantes de la cultura gastronómica japonesa y nos fascina su tradición, sus aromas y sus sabores. 

Han pasado muchos clientes por tus establecimientos desde aquellos primeros años. ¿Cómo ha cambiado ese comensal y cómo ha evolucionado Nomo?

B.M.M. Hace 15 años, cuando abrimos nuestro primer local, solo una parte muy reducida del público apostaba por la cocina japonesa. Por aquel entonces la oferta también era mucho más reducida que ahora y el público tenía cierto reparo a la hora de comer comida cruda. 

Como decimos en Nomo, actualmente estamos viviendo la era de los “nativos sushitales” y los niños de 6, 7 u 8 años ya comen sushi. Por otro lado, los perfiles que en aquella época tenían 40-45 años, ahora tienen 60 y también están habituados a este tipo de cocina. Ha dejado de ser algo exótico para ellos. 

La conclusión es que la cocina japonesa está cada vez más integrada, muchas personas la han introducido en su dieta y, en las cocinas de Nomo, esta evolución se ha vivido de una forma muy natural. Nuestro socio y chef ejecutivo Naoyuki Haginoya, que lleva dirigiendo la propuesta gastronómica desde los inicios del proyecto, no deja de innovar y de crear nuevos sabores combinando la cocina nipona con el producto mediterráneo de temporada. Por eso, creemos que todo el mundo tiene su sitio en Nomo.

Cuando fundamos Nomo nuestra principal premisa era crear un restaurante al que nosotros como consumidores y amantes de la cocina japonesa quisiésemos ir y es algo que a lo largo de estos 15 años hemos mantenido. En cierta forma, creemos que nuestro cliente ha ido evolucionando y creciendo con Nomo, lo que nos hace sentirnos muy orgullosos ya que Nomo es parte de la memoria gastronómica de muchos de ellos.

¿Cuál fue la clave para conseguir pasar de un solo restaurante a los nueve actuales?

B.M.M. Nuestros comienzos fueron complicados porque no veníamos del sector y tuvimos que aprender desde cero. La clave fue rodearnos de un gran equipo y un cocinero japonés con experiencia en su gastronomía, Naoyuki Haginoya (Nao para nosotros), quien ha sido pieza clave en el éxito de Nomo.

Después, hemos sido muy constantes. Trabajamos con la filosofía Kaizen, una idea de mejora continua que se inculca a toda la plantilla y que se aplica también en el proceso de selección. Entre todos vemos cómo podemos mejorar día a día y conseguir que cada año Nomo sea mejor.

Todo ello unido a la gran apuesta por la calidad, por el cuidado en los detalles y por la buena relación calidad-precio en nuestros restaurantes, hacen que Grupo Nomo sume ya nueve restaurantes en Barcelona, Madrid, Girona y en la Costa Brava, además de Nomomoto, nuestro servicio de delivery y de take away, que opera Barcelona desde hace más de diez años y en Madrid desde hace dos.

Un camino en el que siempre has estado acompañado por la familia. ¿Qué papel han cumplido tu abuelo, tu hermano y tu cuñado en esta andadura empresarial de éxito?

B.M.M. Nuestro abuelo también era emprendedor, tenía una empresa que vimos a nuestro padre continuar desde que éramos pequeños. Él siempre nos decía que la gente come para vivir y que él vivía para comer. Mis hermanos, mi cuñado y yo, que somos unos apasionados de la gastronomía, fuimos un paso más allá e hicimos de nuestra pasión nuestra profesión, y montamos un restaurante donde nosotros éramos los primeros clientes.

Al principio no teníamos el dinero suficiente, pero nuestro padre confió en nosotros a ciegas y nos avaló (estas cosas solo se hacen por los hijos). Fue ahí cuando nos rodeamos de un gran equipo que hizo que todo esto fuera posible.

Nomo empezó a funcionar y a calar en el cliente, que nos conocía por el boca a boca, nos visitaba y repetía. 

¿Qué ha sido lo más difícil de esta trayectoria?

B.M.M. Sin duda, el reto más difícil fue la pandemia, como lo fue para el resto de los hosteleros. Concretamente, cuando declararon el estado de alarma en marzo de 2020, hacía un mes que acabábamos iniciar la andadura de abrir nuestro primer restaurante fuera de Cataluña (Nomo Braganza en Madrid) y teníamos ya parte del equipo preparado para la apertura. De hecho, la apertura de Nomo Braganza tuvo lugar en julio de 2020, cuando aún había muchas limitaciones de aforo, horarios… 

Además, justo en aquel momento, teníamos 7 restaurantes en pleno funcionamiento y en un momento muy bueno (las cifras de 2019 y principios de 2020 fueron muy positivas) y tuvimos que cerrarlo todo, incluida la línea de delivery, y pasar a tener una facturación de cero. Cerramos todo y a partir de ahí hubo que volver a empezar de nuevo.

¿Qué crees que es lo que más ha gustado y gusta de Nomo?

B.M.M. Nuestra fórmula de apostar por unos establecimientos muy cuidados, un servicio de sala impecable y una propuesta gastronómica innovadora con un precio razonable. De hecho, nuestros clientes lo dicen, repiten por la atención y la calidad.

Apostar por unificar la propuesta gastronómica, ¿es uno de los factores del éxito? ¿Cuáles más hay en esta ecuación exitosa?

B.M.M. En Nomo trabajamos con las mejores materias primas y nuestra oferta gastronómica cuelga de Naoyuki Haginoya. Él tiene una cocina de I+D y hace todas las pruebas de carta. Después, una vez al año, nosotros cambiamos el 20% de los platos que menos funcionan por un 20% nuevo. Eso nos permite que nuestra carta siempre esté muy viva y actualizada.

Los locales también son muy importantes. Nosotros siempre buscamos que estén bien ubicados y que tengan algo especial. Tratamos de coger a interioristas diferentes para que cada local tenga su propia personalidad y también a artistas y artesanos que elaboran ad hoc las vajillas y el menaje para cada local.

En Nomo tenemos el foco puesto en mejorar siempre la oferta de Nomo. Siempre estamos innovando. Y desde hace 15 años vamos mejorando siempre la oferta gastronómica. 

La apuesta por la formación del personal, sin duda, debe ser otro factor clave. Háblanos de cómo lo hacéis en Nomo y por qué no os funciona coger a personal externo.  

B.M.M. Hace unos años apostamos por crear un departamento de recursos humanos propio que se encarga de transmitir los valores PACO (pasión, aprendizaje continuo, calidad y obtención de resultados) y de implementar la filosofía Kaizen, a través de la que buscamos una mejora real y continua. 

Cuando alguien cumple con el perfil “Nomo” y pasa el proceso de selección, lo formamos poco a poco. Nosotros creemos en una escalada progresiva, de hecho, ninguno de los actuales encargados de sala ha empezado como encargado, sino como segundos de sala o como camareros. En ese sentido, la empresa hace una labor didáctica de dos o tres años en la que se forma al personal sobre lo que es Nomo y la importancia para nosotros de la confianza y de los valores familiares.

Otra de las novedades de este 2023 ha sido la expansión de la marca de la mano de El Corte Inglés. ¿Cuéntanos algo más de Nomo Market y de cuántos más podemos ver este año?

B.M.M. Nuestra idea es poder estar presentes con Nomo Market en las zonas que ellos abren como Gourmet Experience y, por otro lado, situar corners de sushi en supermercados de la misma cadena. La apuesta por estos formatos nos brinda la oportunidad de ir de la mano de una gran marca como es El Corte Inglés, con la que compartimos valores, y que está presente en todas las ciudades de España. 

El 6 de noviembre abrimos el primer Corner en el Corte Inglés de Diagonal.

Madrid, Barcelona, Girona ¿En qué plaza os sentís más a gusto y cuál crees que puede ayudaros a crecer más (y por qué)?

B.M.M. Nos sentimos cómodos en todas, y seguramente también en las que están por llegar. Pero a nivel de organización, Barcelona es el lugar donde la empresa tiene más peso, y donde ahora abriremos nuestro buque insignia en 2024. A partir del año que viene también vamos a apostar por abrir en Madrid más establecimientos. 

Planes de futuro… ¿Dónde y cuándo una nueva apertura? 

B.M.M. Estamos preparando la apertura de un corner de sushi para take away en Barcelona y también estaremos presentes con una food truck en el Mercado de Navidad. Pero, sin duda, el proyecto más grande que tenemos a corto plazo es un nuevo local (también en Barcelona) que va a ser nuestro buque insignia en la zona de L’Eixample. Será un local de casi 600m².

El siguiente paso será abrir un local en Madrid, también de unas características similares al anterior, de unos 300 o 400 m², aunque todavía está por definir si en la zona de Bernabéu o en el Barrio de Salamanca.

A partir del 2025 nuestro plan es dar el salto fuera de estas ciudades. Tenemos en mente Valencia, Zaragoza (por cercanía) y en el sur nos atrae mucho Málaga porque hay mucho movimiento y vemos oportunidades de crecimiento.

¿Habrá en el futuro otro concepto de restauración diferente a Nomo, pero que nazca bajo el mismo paraguas empresarial?

B.M.M. Sí, y ya se está cocinando algo a fuego lento. Nuestra idea es lanzarlo en los próximos dos años. Lo que seguro que también tendrá que ver con Japón.

 

Elías del Toro es uno de los chef andaluces más reputados de la tierra. Desde el magnífico y majestuoso Abades Triana de Sevilla, elabora desde 2009 una cocina depurada y adaptada al momento, al lugar y a sus clientes.  “No quiero que se pierdan los sabores tradicionales de Sevilla y Andalucía. Quiero hacer una mezcla de los sabores de Andalucía con lo mejor de otras tierras”. Así de tajante se muestra al definir su cocina. Una definición a la que podría añadirse que, además, Elías es un chef de los de fuego lento.

Nacido en la ciudad de la Torre del Oro, Del Toro estudió en la Escuela de Hostelería de Sevilla. Aunque sus primeros pasos ya los dio en la cocina de su casa, cuando era niño. “Cambiaba lápices por fogones”, recuerda. Tras pasar por diferentes restaurantes y hoteles, entre el que destaca el Alfonso XIII, ejerció en la cadena NH. Es su paso por cocinas de hoteles lo que le ha permitido desenvolverse como pez en el agua en el Abades Triana, del Grupo Abades. No en vano, además del servicio de sala, también ofrece banquetes multitudinarios a la orilla del Guadalquivir.

Elías,  ¿es fácil hacer alta cocina en Sevilla?

E.T. Cada vez es más fácil. El turismo en Sevilla es de un gran nivel. Las administraciones han apostado fuertemente por el sector y este subsector en concreto. Se lleva trabajando desde hace muchos años y ahora se están obteniendo los frutos. Se apostó por hoteles boutique de lujo y buenas infraestructuras para albergar a este tipo de clientes: personas que buscan la excelencia en todos los servicios y por supuesto la cocina, es uno de ellos. Ahora, en Sevilla,  tenemos cantidad y calidad. 

Siempre has estado arraigado a esta tierra, a pesar de un periplo que hiciste de la mano de la cadena NH Hoteles por la geografía española. ¿Cómo se refleja tanto tu entorno como aquel bagaje en tu cocina actual? 

E.T.  No solamente con NH, también he hecho masters, viajes formativos y gastronómicos para intentar conocer más de este mundo. Cuanto más observe, investigue en sitios diferentes, más me empapo de otras visiones. Se va abriendo un mundo al conocimiento y a la investigación. Todo eso se transmite a mi cocina y a un producto final que no deja de ser una mezcolanza de todo lo aprendido y aprehendido.

De hecho, dices: “No quiero que se pierdan los sabores tradicionales de Sevilla y Andalucía. Quiero hacer una mezcla de los sabores de Andalucía con lo mejor de otras tierras”. ¿Cómo se traduce eso en la carta? 

E.T. Intentando buscar los mejores productos y combinaciones de sabores dentro de la carta. Haciéndola equilibrada. El objetivo es que el cliente se lleve una idea muy aproximada de nuestra riquísima cultura gastronómica. 

¿Cómo logras cocinar para 400 personas sin perder la atención personalizada?

E.T. Es algo complicado, pero teniendo en cuenta estos dos puntos que te voy a dar, podemos llevar a la perfección los servicios, 

Uno sería trabajar mucho a baja temperatura y así poder llevar el control máximo del producto. Y dos,  hacer regeneraciones correctas de estos productos. Reducciones de jugos, por ejemplo.

No podemos olvidarnos de la labor que hago con mi plantilla. Inculcarles que no pierdan el cariño de cada uno de los platos que se montan en cadena. Para mí, es tan importante dar de comer a un comensal, como a 400. Esta es la idea que intento transmitir al equipo.

Tu experiencia como chef de hoteles grandes ¿cómo y en qué la aplicas precisamente en Abades Triana?

E.T. En la faceta operativa, la de gestión del trabajo, el orden meticuloso y el trato a los compañeros que forman el equipo, no sólo de cocina, si no que también de otras áreas: sala, comercial…

De hecho, Abades Triana forma parte de un gran grupo de restauración y hotelería ¿Tienes total independencia en tu cocina o el hecho de formar parte de Grupo Abades requiere de algunos requisitos? 

E.T. Tengo que agradecer a la dirección general la autonomía que puedo tener sobre mi cocina. Siempre he podido hacer lo que había pensado. Mi creatividad me dicta y luego no tengo problemas para su ejecución.

¿Colaboráis entre restaurantes del grupo?

E.T. Si. Tenemos una total sinergia entre todos los chefs que formamos parte de Grupo Abades. Intercambiamos experiencias, novedades y algunas recetas. 

¿Cómo os organizáis a la hora de la compras, tenéis central de compras o independencia total? 

E.T. Tenemos central de compras. Pero, personalmente tengo un jefe de almacén por el que se recepcionan pedidos, a la vez que hacemos pedidos que se tramitan gracias a nuestro almacén central. 

¿El secreto de que funcione bien un restaurante como Abades Triana es…?

E.T. Una suma de ingredientes: gastronomía, servicio, implicación y complicidad con el cliente y tener claro que pertenecemos al sector servicio. Esto implica que el cliente cuando salga por nuestra puerta se lleve una buena experiencia y se haya sentido mejor que en su casa. 

Recientemente te vimos en un showcooking en el Fórum Coffee Festival, porque eres de los pocos chefs del país que utiliza el café en la cocina. ¿Cómo entró este ingrediente en tu propuesta? 

E.T. Me lo tomé como un reto. Una tarde tomando café pensé en el café como una especie más. Y me cuestioné por qué solo lo asociamos al dulce y no a lo salado. Es un sabor potente que funciona por sí solo, pero también sirve para modificar otros sabores y poder jugar con el cliente a descubrir los ingredientes del plato.

¿En qué los usas y qué aporta a los platos el café?

E.T. En pescados grasos o pescados con potencia de sabor. En hígados, en salsas, en hongos. En verduras, carnes de caza. Y por supuesto en postres. 

¿Qué otros ingredientes son protagonistas en tu cocina? 

E.T. Me gusta trabajar con el clavo, con el azahar, diferentes tipos de pimienta. Podría estar enumerando muchos ingredientes más, pero el fundamental, para mí, el mejor ingrediente que existe en la cocina es el cariño con el se cocine y el respeto al producto y las cocciones lentas, como nuestras abuelas nos enseñaron.

Volvamos a mirar al pasado. También hiciste tus pinitos en la televisión. ¿Qué opinas de que la cocina haya entrado en la pequeña pantalla y que también sea protagonista de las redes sociales?

E.T. Ha abierto el campo a un mundo desconocido. Gracias a ello, cada día se valora más nuestro trabajo, al tiempo que se ha democratizado un territorio que hasta ahora se consideraba tabú. Ha brindado la oportunidad para que todos (profesionales y aficionados) conozcamos recetas que de otra forma hubiese sido imposible conocer y probablemente hubiesen desaparecido.

¿Cómo afecta esta exposición mediática al día a día de un chef como tú? 

E.T. Te acerca al público en general. Me gusta el contacto con la gente, me aporta mucha información que no es sólo  gastronómica, sino que también humana, y eso me enriquece como persona. Como anécdotas te puedo asegurar que en una reunión todos me preguntan por truquillos en la cocina y nuevas recetas que puedan sorprender a la familia; o la llamada de un amigo desesperado que no termina de salirle la receta y tiene esperando a los invitados en el salón. “Hago lo imposible, pero me cuesta hacer milagros. Al fin y al cabo soy cocinero y no mago”, les digo en broma a los amigos.

Elías, después de varios años ya en Abades Triana, ¿te ves en el futuro con tu propio restaurante, en otro lugar…? ¿Cómo te gustaría verte?

E.T. He hecho mío el proyecto de Abades Triana, tanto, que lo considero mi propio restaurante. Es fundamental para que todo funcione que lo agarres como algo tuyo. Gracias al grupo que me hace participe en la apertura de nuevos negocios planteando la carta y eso hace que no caiga en la monotonía. Siempre he tenido ese gusanillo como persona inquieta que soy, pero al día de hoy no me lo planteo.

 

Nacida en Buenos Aires (1982), pero afincada en Castelldefels (Barcelona), Lucila Canero es una de las chefs pasteleras de cocina dulce vegana más prestigiosas del país. No en vano, ha tenido a los mejores maestros. Cuando llegó a España hace más de 1 década, se afanó en aprender de grandes profesionales del sector dulce como Raúl Bernal, Albert Roca o Takashi Ochiai

Con la experiencia necesaria y muchas ganas, en 2021 empezó a gestar su propio obrador pastelería 100% vegana y sin gluten. Un negocio singular y rompedor, puesto que solo opera vía venta online y con un punto de recogida: La Luciérnaga, en Castelldefels

En los últimos años, su fama se ha ido extendiendo y es asidua de certámenes como Madrid Fusión o GastroEbre, en cuya última edición celebrada en Flix, demostró el dominio de la cocina dulce sin huevo, sin gluten, y prácticamente sin azúcar. Porque Lucila demuestra que otra pastelería es posible. 

Lucila, cuéntanos, ¿cómo acaba una argentina  en Castelldefels elaborando pastelería vegana?

L.C. Lo cierto es que en Castelldefels hay muchos argentinos residiendo. Llegamos aquí en 2010 por un tema laboral de mi marido, que se dedica a la náutica. Para mí, vivir cerca de la playa y a media hora de Barcelona era ideal. Así que al llegar, aproveché para matricularme en la EPGB. Ahí conocí a Raúl Bernal, fue mi tutor. Y me enamoré de su frescura y de su forma de ver y sentir la pastelería. A través de él, conocí a Albert Roca, su casa fue mi primer obrador en Cataluña. Luego cambié el obrador por un hotel, el Hotel Do Reïal, hasta que Takashi Ochiai me dijo que uno de sus pasteleros marcharía y que podía empezar con él. Estuve con Ochiai hasta que tuve la oportunidad de ser parte del equipo de preapertura del Hotel Almanac Barcelona  5*GL. Y Almanac fue mi casa hasta que llegó la pandemia y en ese contexto nació La Luciérnaga. Fue en 2021 cuando decidimos abrir la Luciérnaga en nuestra ciudad. Y digo “decidimos” porque lo hicimos con mi compañero y socio Gerardo. 

De hecho, tienes una larga trayectoria junto a chefs y en restaurantes. ¿Cómo fue esa experiencia?

L.C. Siempre me sentí muy afortunada por todos los sitios donde trabajé y los chefs que acompañé con la parte más dulce. La experiencia tanto en obradores como en restaurantes para mí es súper valiosa. Es, sin duda, todo ese camino y estas casas las que hoy hacen mi estilo y la idea que tengo de la gastronomía. En todos estos años conocí y pude trabajar al lado de grandes profesionales, donde solo podía (debía) aprender y aprovechar al máximo esa experiencia.

Y hace 10 años llegas a BCN y decides abrir La Luciérnaga ¿Por qué pastelería 100% vegetal y sin gluten? ¿No era arriesgado un negocio tan acotado? 

L.C. Abrir un negocio ya es arriesgado. Tenía claro que tenía que hacer algo distinto. Quería hacer algo que fuera a la vez muy técnico y que pudiera tener algún futuro.

Primero tuve que convencer a mi socio, que se llevó las manos a la cabeza, al igual que mucha gente del sector cuando les decía que me dedicaría a hacer una pastelería 100% vegetal y sin gluten. Era muy arriesgado, pero era única. Por un tiempo, navegué sola sin saberlo del todo. Y el hecho de hacer algo tan específico, hacía que la gente que necesitaba o buscaba consumir distinto me encontrase.

Tu target, sin embargo, no son solo personas con intolerancias, ¿no es así?

L.C. Por suerte, hay muchas personas que hoy nos encuentran. Justo después de Sant Joan, hicimos el ejercicio de preguntar a nuestro cliente por qué nos elegían. La mayoría de ellos respondió que por la calidad del producto y luego venían los que claramente no pueden consumir en otros sitios por temas de salud. Celíacos, intolerantes, alergias, etc. Y luego estaba el cliente vegano. Tenemos muchos clientes que no tienen ninguna dificultad, pero que con nuestro producto pueden llevar con seguridad un pastel o postre o invitar a un celíaco, un vegano, un alérgico al huevo y un intolerante a la lactosa. Me gusta la idea de la pastelería inclusiva. 

Además, en la Luciérnaga trabajas bajo petición, con lo que vuestra propuesta dulce no se exhibe en un expositor sino en una página web. ¿Cómo reacciona el cliente al entrar en la tienda? ¿Cómo fue la aceptación al principio? ¿Y cómo surgió la idea de hacerlo así?

L.C. Trabajar bajo pedido para nosotros era innegociable, por nuestra ubicación, nuestro sistema de producción y, sobre todo, por no generar ningún desperdicio, ni tener mermas. Al principio la gente venía con curiosidad y flipaba porque no podía llevarse nada. Pero les encanta cuando vienen y están los pedidos recién acabados esperándolos.

Uno de nuestros pilares es la sostenibilidad y cuestionarnos el origen de nuestra materia prima, la huella de carbono y etc. No podíamos hacerlo de otra forma. Es nuestra forma de sumar nuestro granito de arena. Cuando consumimos tenemos una responsabilidad, estamos diciendo algo con ese acto.

La idea de trabajar bajo encargo, igual que la inmediatez y la cercanía, también respetar la estacionalidad. Claramente, son ideas que vienen de la restauración.

¿Elaboras también pastelería para hoteles, bares, restaurantes?  

L.C. Sí, trabajamos B2B. Cuando yo abrí, pensé que serían realmente nuestro principal cliente, ya que es muy difícil encontrar en hostelería un producto dulce certificado sin gluten y 100% vegetal con nuestra calidad. Pero creo que todavía no hemos logrado comunicar todo el valor de nuestro producto. Entonces, por ejemplo, servimos a Café de Finca, que son vecinos nuestros en Castelldefels. También asesoro a algunos restauradores, para que tengan productos inclusivos y aptos para muchos públicos en sus cartas.

Pero dicho todo esto y para mi sorpresa, lo que más nos piden para hoteles y cafeterías es nuestra línea de Granola. Esto me pone muy contenta, porque a mí, personalmente, me encantan y las consumo a diario.

De toda tu gama, ¿la granola es lo más exitoso?

L.C. Seguramente sí, las granolas, pero también nos funcionan bien las galletas y bizcocho individuales. Además, son productos que se pueden enviar muy bien (no sufren con el envío). Ahora ya empezamos hace dos semanas con panallets, enviando a Madrid y a País Vasco.

¿Es fácil elaborar pastelería vegana, sin gluten, baja en azúcar y además con sensibilidad por la sostenibilidad? ¿Cómo lo logras para que, además, “salgan los números”?

L.C. No, no es fácil, por eso, creemos que la fórmula es trabajando bajo pedido, evitar las mermas y controlando muy al milímetro, lo que nos cuesta cada cosa. También entendemos que nuestro cliente aprecia la procedencia de los ingredientes y la calidad del mismo. Muchas veces la gente nos percibe como caros, antes de probar el producto. Por eso, creo que nos falta comunicar el valor que tienen nuestros productos. Cuando la gente se da cuenta todo el valor que tienen nuestros productos, dejan de tener esa percepción de caros. Así que, los números salen, y estamos contentos. También otro factor es que, el hacer algo tan único, hace que la gente te encuentre. Sobre todo, la gente que tiene necesidades especiales. Por ello, el hacer envíos es clave. Solo con el cliente de cercanía no podríamos sobrevivir.

La obtención de ingredientes ¿es un problema? 

L.C. Sí, muchas veces es un problema. Siempre pedimos las fichas técnicas de todo lo que compramos, para verificar cada ingrediente. Nosotros estamos certificados por la Asociación de Celíacos de Catalunya. Todo lo que entra en La Luciérnaga está certificado sin gluten. También controlamos mucho las trazas de leche, tanto proteína como azúcares, y el huevo. Muchas veces los proveedores no lo entienden, pero yo necesito conocer de antemano el producto que llega a mi obrador.

Has demostrado que se puede hacer un postre de alta cocina sin huevo, sin mantequilla… Y el resultado, ¿se nota muy diferente, muy “soso”?

L.C. ¡Para nada! Muchos chefs llegan al mundo del plant taste porque eliminas muchos sabores que interfieren en el sabor de las cosas, como la mantequilla, el huevo… Sabores que enmarcaran o no dejan que se luzca el sabor primario, como el chocolate, las frutas… El sabor es brutal, y las texturas… yo estoy contenta. Por supuesto, en la cocina vegetal y sin gluten hay mucho camino por recorrer. El sabor es súper limpio, profundo… A mí, me divierte mucho porque se puede marcar mucho el sabor.

¿Crees que este tipo de cocina dulce tiene más recorrido, más futuro que la convencional o nunca podrá luchar contra ella?

L.C. Es el futuro para muchos (que todavía no lo han probado) pero es el presente de cada vez más personas, ya sea por salud, ideología o simplemente, por curiosidad. Ya hay muchos chefs que intentan trabajar sin lactosa, sin gluten, con menos azúcar y grasas… Estoy segura de que es el futuro, pero para mí es el presente. Pero está todo por hacer. La pastelería tradicional en el futuro será un lujo y ésta será más accesible, habrá más ofertas para la gente que lo demanda.

Finalmente, ¿cómo te imaginas en el futuro, profesionalmente?

L.C. En futuro, y ahora, me veo con muchas ganas de participar en otros proyectos, además de La Luciérnaga. Creo que compartir y colaborar es la única forma para seguir avanzando y mejorar. Eso es lo que quiero en futuro, poder compartir mi trabajo y seguir aprendiendo. Y a nivel de La Luciérnaga me gustaría que se conociera mucho más la marca y que más gente nos conozca. Y a nivel Lucía Canero creo que tengo un montón por compartir y por aprender. Estoy superentusiasmada, me encanta lo que hago y tengo muchas ganas de seguir haciendo y aprendiendo.

Hace unos días llegaba la noticia. La chef Susana Aragón (Igualada, 1976) y su pareja y socio, Óscar Teruelo, cierran el restaurante pratense Cèntric Gastro. El establecimiento, todo un referente de la cocina slow food y de proximidad del Baix Llobregat, bajará las persianas el 29 de octubre, después de 13 años en el Cèntric Espai Cultural del Prat. 

El motivo del cierre es administrativo. Los actuales concesionarios, la empresa Ola del Prat SL, liderada por la pareja, decidieron no presentarse al nuevo concurso de la adjudicación, cuatro años después de la última (2019) y dos desde la última prórroga concedida en 2021. Y es que las condiciones habían cambiado de tal forma que eran inasumibles. La gestión del espacio, finalmente, la liderará Sergi Bonillo, gerente del Jardí de les Palmeres Events, empresa que también gestiona la restauración de la escuela de tenis Emilio Sánchez Academy. 

Cerrada ya esta etapa de éxitos y de grandes hitos, la chef afronta los próximos días con gran decepción, por tener que aparcar su etapa al frente del restaurante, pero con ilusión por lo que está por llegar. Y es que, si algo define a este chef es la energía y el optimismo con los que lidera cada uno de los proyectos en los que ha colaborado. Que no son pocos. 

Susana Aragón siempre ha estado presente en las numerosas acciones que han dado a conocer la cocina sostenible, basada en productos de pequeños productores del Baix Llobregat. Entre sus hitos, el Plat Favorit de los Catalanes 2017, la visita del chef británico Jamie Oliver, o el “mordisco” de John Hoffman –alma del Mobile World Congress– a su mítico Pollycao, cuya foto se publicó en numerosos diarios. Miembro de Biosphere, de la Fundación Restaurantes Sostenibles y del movimiento Slow Food, el Gastro Cèntric de Susana Aragón siempre ha encabezado un movimiento defensor de la cocina del territorio.  

Susana, acabáis de anunciar el cierre del Cèntric Gastro. ¿Qué supuso dar el paso de no seguir?

S.A. La verdad es que cuando leímos las nuevas condiciones de la licitación no nos lo creímos. Hubiera sido la cuarta renovación. En las anteriores, puntuaba por encima del criterio económico, el criterio de valor, que era mi añadido a esta propuesta. Imagínate cómo nos quedamos. Fue una gran decepción. 

Esta nueva propuesta creíamos que atentaba directamente contra nuestro proyecto, lo que hemos desarrollado y defendido. Siempre hemos apostado por poner por encima de todo el valor del producto, de las personas. Tenemos un equipo con mucha gente, con mucha antigüedad, que en estos años han ganado conciliación familiar y mejores condiciones económicas. Además, hemos trabajado por la reinserción laboral. Casi éramos como una escuela para personas con riesgo de exclusión. Hemos tenido, por ejemplo, este año a seis personas, que han podido acabar su formación con nosotros y empezar su vida laboral. Para mí era muy importante esta parte del proyecto, que ahora se queda parada. Una lástima, porque ya no tendremos un espacio tan grande como para poder hacerlo. Pero nosotros queremos seguir haciendo esta apuesta por las tres “p”: producto, personas y planeta. 

Miremos hacia atrás, ¿con qué recuerdo te quedas del Cèntric Gastro?

S.A. La experiencia ha sido tremenda, en todos los aspectos. Empezamos desde cero. El espacio no existía y le fuimos dando forma. Y es un orgullo saber que al final hemos logrado crear una marca de territorio, una marca local de referencia. El Cèntric nos ha dado muchísimo a muchos niveles. Pero, sobre todo, lo que me llevo es el haber conocido a las productoras y productores que con sus productos artesanos me han ayudado a poner en valor una cocina sostenible, ecológica, con sensibilidad. Y todas esas personas que han pasado por aquí y nos han ayudado a que el Cèntric sea lo que es. Mucha gente, desde trabajadores, músicos, actores -porque también hemos hecho teatro, conciertos…-. Hemos hecho mil y una actividades para ubicar este espacio ahí. Porque el Cèntric es un centro gastronómico y también cultural. 

¿Qué balance haces ahora de todo este tiempo? 

S.A. El balance es muy positivo. Hemos logrado poner en valor algo tan importante a día de hoy. Comida sostenible, sin procesados, sin transgénicos, elaborados cada día. Hemos llegado a ser 14 cocineros elaborando fondos, fumets, croquetas, confits… elaboraciones que requieren mucho tiempo y atención. Y entre todos y lo hemos sacado para adelante con mucho amor. 

¿De qué plato de toda esta etapa estás más orgullosa?

S.A. Si de algún producto nos podemos sentir muy orgullosos es de haber representado, con cresta, nuestro pollastre pota blava. Desde nuestros uniformes a nuestros logos, hemos defendido con garras nuestro pota blava. Lo hemos enaltecido.  

Y os iréis por la puerta grande, con L’últim CartXUIXO de Pota Blava. Explícanos este plato, y en qué te has inspirado. 

S.A. Sí, nos vamos con el último “CartXuixo”… y nos salió de las tripas. Porque cuando vimos la licitación y vimos que no nos defendían. Pensamos ¿qué habíamos hecho mal? Por qué no nos ayudan a seguir con este proyecto que ha hecho tanto por la cocina local. Y ahí está. Hemos hecho un xuixo de pota blava que será una despedida con ironía. Ahora voy a hacer un parón. Salgo del centro, porque seguramente solo me lo habré creído yo. Cuando veo que no hay una apuesta desde las entidades o desde quién toque. Creo que a quien corresponda, deberían pensar más en apoyar y proteger a las personas que están poniendo en valor tantas cosas del entorno. La cocina, los productos, la cultura… 

Pero seguramente, tendremos a Susana para largo, porque se cierra una etapa y se abre otra. ¿Cuéntanos tus proyectos?

S.A. Sí, claro. Se cierra una etapa y se abre otra. Lo que haré ahora mismo es descansar y digerir que mi etapa de cara al público probablemente haya acabado. Eso no quiere decir que deje de trabajar, pero algo muy raro debería pasar para que yo quiera volver a abrir un restaurante. El mundo y la restauración necesita a personas que se crean y se identifiquen los proyectos. Y yo soy cocinera slow food y defiendo el patrimonio agrícola y gastronómico. Pero lo haré aquí en el Baix o el Bierzo, o en el Garraf, o donde sea. Siempre voy a cocinar lo que tenga a mi alrededor. Eso forma parte de mi cultura gastronómica. Pero inmediatamente, no voy a estar de cara al público. Seguiré trabajando asesorando a restaurantes de Barcelona que necesiten una línea firme, un relato… y ese nexo con los pequeños productores. Así que por ahora tengo un par de proyectos de desarrollos de cartas en restaurantes de Barcelona para hacer esto, conectarlos con los productores del Baix.  

Tu relación con el Baix Llobregat, con el territorio, con los productos es indudable, pero, ¿podrías desarrollar tu cocina fuera del Baix Llobregat?  

S.A. Como digo, cocinaré el territorio de allí donde habite. 

Seguirás siendo una cocinera “sostenible”. ¿Qué es para ti la cocina sostenible? 

S.A. Por supuesto. Tenemos una responsabilidad los cocineros y cocineras. Ya que tenemos la oportunidad de alimentar debemos aprender a eso, a alimentar, no solo dar de comer. Alimentar con todo lo que significa la palabra: defender al productor, la sostenibilidad, los productos ecológicos… No entiendo la cocina de otra manera. Por eso, yo no entiendo cómo en los restaurantes no se marca la temporada. No tiene sentido que puedas encontrar fresas todo el año y que puedas hacer una carta en invierno con productos que tienen que venir de Argentina.  

Y para acabar, cuéntanos ahora tu sueño ¿Cómo te ves en 10, 20 años?

S.A. Pues ahora, asimilando que ya no tendré este espacio, donde he ayudado a la inserción de muchas personas con riesgo laboral… La verdad, me gustaría seguir esa línea. Trabajar para dar oportunidades a las personas que les gusta este oficio, pero que a veces no les damos la oportunidad. En los últimos años, he ayudado a mucha gente a tener un trabajo digno, a conseguir sus papeles, a tener un salario digno. Mi sueño sería tener un obrador de alimentos sostenibles con personas en riesgo de exclusión social, que necesitan su oportunidad y suelen saber aprovecharlas, porque tienen necesidad. Igual, sí. Un obrador en el Parc Agrari del Baix Llobregat para seguir en contacto con los pequeños productores, donde pueda hacer menús para llevar, o catering… Donde me implique más a mí y no todo lo que conlleva un restaurante. Así que no, cc 

En el año en el que se inauguró el restaurante Lhardy todavía había aguadores por las calles y acababa de nacer el estilo musical de la zarzuela. Era 1839 cuando Emilio Huguenin decidió abrir este establecimiento hostelero, cuya historia es la historia de Madrid. Aquel primer local funcionó como pastelería francesa con croissants, éclairs y brioches. Años más tarde, se transformó en uno de los restaurantes más elegantes de la capital, por el que pasaron aristócratas, burgueses y los más grandes gastrónomos.

Casi dos siglos después, Lhardy renace en una segunda vida de la mano del grupo Pescaderías Coruñesas. Ellos han reflotado los que parecía un negocio avocado a su cierre, por los golpes recibidos en plena pandemia. Los nuevos aires no solo lo han recuperado, sino que lo han vuelto a ubicar entre los restaurantes de visita obligada en Madrid. 

Buena parte de la culpa de este éxito la tiene Pascual Fernández, director del restaurante y de la sala del Lhardy en esta nueva etapa. Una nueva vida que no renuncia a su pasado esplendoroso. Bien al contrario. Lo recupera y lo luce. Por ejemplo, si hay un reclamo en Lhardy es su samovar ruso de plata. Este instrumento, que utilizaban los zares para preparar el té en el siglo XIX, es el alma donde se mantiene caliente y desde el que se sirve, su mítico consomé. Un caldo que incluso se puede comprar para llevar. Y es que, en esta nueva vida de Lhardy hay mucho del pasado, pero con la vista del presente. 

Pascual, tras unos meses ya de esta “segunda vida” de Lhardy, ¿se ha conseguido resucitar y con más energía que nunca al histórico establecimiento madrileño?

P.F. Sin duda alguna. Todo el trabajo realizado en estos más de dos años en Lhardy de la mano de Pescaderías Coruñesas está dando sus frutos. Y hace que estemos viviendo una nueva etapa recuperando el posicionamiento que tuvo durante tantos años. Aunque seguimos trabajando día a día para que nuestros clientes tengan la mejor las experiencias. 

¿Cuáles son las claves de esta recuperación casi milagrosa?

P.F. La recuperación de Lhardy es el resultado de una necesaria reforma de sus salones y tienda, recuperando así el esplendor de antaño, de una propuesta gastronómica renovada y de una mejora del servicio de sala.

En el ámbito gastronómico, parte de la evolución y el cambio que ha supuesto la entrada de Pescaderías Coruñesas para Lhardy es la desestacionalización de la propuesta gastronómica, que siempre se había asociado con platos como el cocido, los callos o el consomé. Desde mayo de 2021, hemos recuperado recetas históricas del restaurante como el solomillo Wellington, el pâté en croûte o el lenguado Evaristo al champán y también trabajamos a diario con sugerencias fuera de carta que van de la mano de la temporada. 

Una de las grandes apuestas de esta nueva etapa, de hecho, es la sala. ¿Cómo se ha trasladado en el día a día esta apuesta?

P.F. La apuesta por el servicio se puede contemplar en la experiencia global en el restaurante. Lhardy goza de un servicio esmerado y atento, haciendo de cada visita una experiencia a medida. 

El cliente actual ¿sabe apreciar ese trabajo laborioso y profesional en sala?

P.F. Sí, en Lhardy cuidamos todos los detalles por pequeños que sean, desde la presentación de las mesas hasta el acabado del plato. Y se ejerce la virtud de adivinar los gustos y las necesidades del cliente. La satisfacción del cliente es el mayor reflejo de la dedicación y de la pasión del equipo que, día a día, hace que Lhardy sea posible. 

También habéis recuperado platos míticos de la casa. ¿Cómo han encajado en el nuevo comensal? ¿Cuál es el más exitoso en esta nueva etapa?

P.F. Sí, hemos hecho una minuciosa revisión de las recetas legendarias de Lhardy y las hemos mejorado con una materia prima de máxima calidad, avalada por la experiencia y tradición de Pescaderías Coruñesas. Además, las nuevas creaciones se basan en el producto de temporada y se adaptan a los gustos y necesidades actuales, algo que influye en el resultado final y que el cliente valora positivamente. Algunos de los platos más exitosos son el consomé, el lenguado Evaristo y el solomillo Wellington.

Otro de los requisitos que se marcaron con la compra del negocio por parte de Pescaderías Coruñesas era el de mantener al personal. ¿Se ha logrado? ¿Se mantienen los 40 puestos de trabajo? 

P.F. Hoy somos más de 40 empleados y gran parte del equipo de la anterior etapa sigue con nosotros en esta segunda juventud.

¿Cómo se organiza el día a día del restaurante con el personal que dirige?

P.F. Lhardy abre sus puertas a las 09:00 h con la tienda y es ahí cuando comienza la magia… A partir de este momento es una vorágine: recepción de mercancías, coordinación con nuestro chef, sugerencias del día, reunión con los maîtres para el servicio de comidas… Todo tiene que estar muy medido para tener controlado hasta el último detalle. 

Lhardy acumula cientos de anécdotas históricas, pero en esta nueva etapa, ¿también se han escrito páginas de este anecdotario? ¿Alguna a destacar?

P.F. En estos más de dos años y gracias reposicionamiento de Lhardy el anecdotario no ha dejado de crecer, aunque lo que pasa en Lhardy, queda en los salones de Lhardy.

Entre los muchos atractivos de Lhardy, sin duda, los “artilugios” de sala históricos son los más llamativos. ¿Habéis conseguido adquirir más samovares? ¿El cliente sabe apreciar el valor de estos objetos?

P.F. Sí, se han rescatado elementos decorativos y de servicio de antaño, tanto en el restaurante como en la tienda. Los cuatro samovares de plata que hoy siguen funcionando son los originales. En general, para los amantes y entendidos de la gastronomía esos “artilugios” no pasan desapercibidos. 

La cubertería también forma parte de la experiencia en Lhardy. Sus piezas de plata, menaje o cristalería, que estaban guardadas y en algunos casos hasta casi olvidadas, relucen hoy en el restaurante para enaltecer su trayectoria histórica. Parte de estas joyas se exhiben también en uno de los escaparates que siempre han atraído las miradas del público en la Carrera de San Jerónimo.

Superada ya esta nueva fase, ¿cuáles son los objetivos del “nuevo” Lhardy? ¿Queréis seguir “revolucionando” la restauración, la gastronomía madrileña? ¿Cómo?

P.F. Queremos que Lhardy siga siendo testigo y escenario de la historia gastronómica de Madrid y España. Que sea un restaurante de referencia para los amantes de la gastronomía y de la buena mesa.