Chefs

La cocina de Beatriz Sotelo tiene su origen en aquella aldea de Ardán que la vio crecer entre huertas y animales de granja y donde la vida se estructuraba alrededor de la cocina. Siempre había algo hirviendo en las ollas. En 2005 se puso al frente del restaurante A Estación (Cambre) donde logró una estrella Michelin y un sol Repsol.

Beatriz mantiene siempre como premisa que la inspiración nace de la materia prima que el mercado pone cada día a su disposición, sin buscar otro camino cara la genialidad que el trabajo bien hecho y la honestidad en el plato. Actualmente está entregada profesionalmente a la docencia, en el CIFP Paseo das Pontes, de A Coruña y a la gestión de eventos en el restaurante Illas Gabeiras y a los servicios personalizados. En 2008 ganó el Concurso Cocinero del Año.

¿Cuál es tu trabajo en Illas Gabeiras?

Gestiono todos los eventos personalizados: bodas, banquetes y grandes comidas. Diseño diferentes menús, adaptándome a las necesidades de los clientes. Antes siempre hablaba del producto, de la temporalidad, pero en los banquetes usamos siempre productos de temporada, el marisco -percebe, cigala fresca, centolla… Dependiendo del momento adaptamos el menú. También usamos pulpo de la ría, merluza del pincho…

¿Y cómo docente, eres muy exigente, cómo ves a los estudiantes de hostelería?

Soy profesora de formación profesional en el CIFP Paseo das Pontes de A Coruña, que es donde se va a celebrar la primera semifinal del Concurso Cocinero del Año este abril. Puedo dar clase de cocina y pastelería, pero los siete años que ya llevo en la escuela doy clase de cocina -incluyendo preelaboración-, tanto a superior como a medio, y generalmente doy clase al primer año.

Quiero que la gente vaya preparada a las empresas, que cuando salgan de la escuela vayan preparados, por lo tanto, siempre soy exigente. Muchas veces me da pena que, en mi ímpetu, en mi empeño, pueda quedar alguna persona buena atrás, pero la exigencia no está reñida con la enseñanza.

La gente viene con ganas de aprender, pero hay una parte que ve tantos programas sobre cocina que piensan que es sencillo, y realmente la cocina es una profesión, que es lo que estamos enseñando allí. A veces la gente se queda en el camino porque piensan que esto es un hobby. Cuando alguien quiere aprender, se nota y das lo mejor de ti, y hay otros que descubren, gracias a la enseñanza, a la insistencia, que es una profesión y descubren que les gusta.

¿Has notado un cambio generacional?

No es solo en la hostelería, es en muchas profesiones. Está dando todo un cambio muy grande. Después de la pandemia la gente priorizó su vida antes que su trabajo. Lo primero que quieren saber son sus derechos y no sus obligaciones, así que pasa a un segundo plano la cocina.

Quizá el trabajo de cocina no, porque también hay otros tipos de gastronomía, no solo la que consiste en servicios de mediodía y noche en una cocina, pero dependiendo del nivel que te exijas o lo que quieras hacer, buscas un tipo de cocina. Hay sitios que puedes abrir de lunes a viernes, otros que solo trabajas de mañanas, hay catering, donde tienes unos horarios que te pueden llevar a realizar también tus hobbies o estar con tu familia.

Lo que veo es que ya no hay tanto compromiso, a veces no quieren una responsabilidad, quieren un trabajo para vivir. Muchas veces les digo a mis alumnos que si quieren un buen horario de trabajo, tienen que darlo todo, no vale estar seis horas haciendo el trabajo de tres.

En una cocina hay que emplatar, fregar, limpiar pescado, hay que fregar el suelo, hay que mancharse las manos despiezando carne… Y la gente piensa que solo es decorar y echar en el plato. La parte de gestión es lo más importante. El 50% de los negocios se van a pique por la gestión. Te puede el corazón, pero haces mal la gestión.

Eres la primera y única ganadora mujer del Concurso Cocinero del Año. ¿Cómo lo viviste?

Van pasando los años y sigue habiendo pocas mujeres que se presentan, y pocas mujeres que se vean en los medios, no porque no haya, sino porque no salen a hablar. Cuando gané la semifinal en Gijón, me pasé la noche sin dormir. Además, dije que, si ganaba, me casaba.

Cuando llegué a Barcelona, me sentía como Paco Martínez Soria, tal cual. Había llevado a Gijón mi merluza en la maleta, y a Barcelona los huevos, mi madre me trajo los huevos de mi casa, ¡en maleta! Al final, lloramos todos de alegría, fue una sensación tremenda, porque no me lo esperaba. Además competí con gente muy preparada. Mi cocina era muy pequeña, aunque dábamos de comer a 50 personas. No teníamos ni envasadora al vacío… Yo pensaba que no podía competir con gente que disponía de otra maquinaria… Pero al final, lo importante no es la maquinaria, sino la maquinaria que tienes en la cabeza. Fue muy especial y me abrió millones de puertas, tanto a nivel nacional como internacional, la verdad.

¿Por qué crees que sigue habiendo pocas mujeres en el mundo de la hostelería?

Yo creo que no le dedican el tiempo para estar ni en redes ni en medios, pero haber, hay. Lo que pasa es que tenemos tantas cosas detrás… Es como que no necesitas que se reconozca tu trabajo. A mí me encanta pelear, soy muy guerrera, no me gusta perder. Al final, se trata de dedicarle más tiempo a algo en que ya trabajas.

Y tener a alguien, siendo mujer, que te apoye, es muy importante. Yo no tenía ni 30 años y era, y soy, muy luchadora, así que fui, y volvería a ir.

Ahora estoy en la docencia, así que ahora yo soy la que engancha a los chicos para que se presenten a todo. El año pasado llevé a un alumno a Madrid al concurso de Le Cordon Bleu, y ganó, y gracias a eso ahora va allí a estudiar un año. Intento inculcarles que los concursos son formas de aprender.

¿Qué consejos les darías a los participantes de este año?

Que se presenten, que hagan lo que hacen siempre, que se sientan seguros de lo que hacen. Ganar o perder no quiere decir que lo hagas bien o mal. Cada uno tiene que ir con lo suyo, con lo que se siente feliz y con lo que realmente hace. Seguridad en ti mismo. Ganes o pierdas, no significa que eres ni mejor ni peor. Yo no me considero mejor que nadie. Gané porque le gusté al jurado, porque en ese momento la sencillez era lo que más valoraron, en medio de tanta pompa y tanta historia, valoraron un pescado al vapor y una tarta de almendra.

Les aconsejo que hagan con lo que se sientan seguros, con lo que se sienten identificados y con lo que identifiquen su cocina. Si al final esto sale adelante, es lo que van a tener que reivindicar, su estilo, su forma de cocinar, su filosofía… Para mí, era el respeto del producto, el buen trato de cada uno de ellos, la estacionalidad, que es lo más importante para poder tener el producto en el momento óptimo de consumo, de precio y de sabor.

En los concursos descubres a gente maravillosa, gente que tiene las mismas inquietudes que tú, y yo siempre apoyaré a todo el mundo que vaya a los concursos y que luche por defender lo suyo.

¿Qué te parece que la primera semifinal se celebre en A Coruña, gracias al apoyo de la Diputación?

Es la primera vez que se hace en A Coruña. Hace muchos años se había hecho una en Santiago, pero yo estoy emocionadísima porque se haga aquí. Es súper importante porque hay muchos cocineros de aquí que se han presentado, como Luis Veira, Iván Domínguez, Lucía Freitas… A Coruña es algo que la gente tiene que descubrir, es donde vivo, va a ser en la escuela donde trabajo, y para mí es muy emocionante, pero lo más emocionante es que la gente descubra la ciudad, porque estamos a un paso del mar y estamos en la tierra, ¡tenemos de todo!

Marcado por la tragedia de la Dana en Valencia, el Gastronomic Forum Barcelona concentró a varios chefs de alta cocina para hablar sobre este tema y plantear los retos futuros. En general, los cocineros comentaron estar presentes en Valencia para establecer proyectos y dar de comer a diferentes personas tal como pasó con la pandemia.

Analizando el valor de la alta cocina, Andoni Luis Aduriz, del restaurante de su mismo nombre Andoni Luis Aduriz Mugaritz **, explicó que está en este sector para aprender. Por su parte, Romain Fornell, chef del restaurante Caelis *, hizo la pregunta al aire sobre cuál es la evolución en la cocina de cada chef en estos 25 años, “A mí lo que más me preocupa ahora es liderar un proyecto”.

Andoni Luis destacó que tiene un proyecto de desarrollo natural, “sigo siendo persona curiosa, yo no he dejado de hacer lo de siempre, de los 20 a los 40 años no he ido a ninguna boda, siempre trabajando, y ahora tras la pandemia, he decidido ir a todos lados”.

Fina Puigdevall, del restaurante Les Cols **, cree que antes había mucho de autodidacta, y en este momento, la ventaja es que hay más formación, “los jóvenes están más preparados, he insistido mucho en la formación y no hay otra forma de verlo y de trabajar”. Analizando el papel de los jóvenes ches en este momento, Fornell también cree que están mucho más preparados ahora, “Ahora bien, si queremos que la restauración siga, entonces debemos aportar un plus y dejar de lado trabajar tanto y hacer tantas horas como antaño”.

¿Qué se entiende por alta cocina?

Ante esta pregunta, Andoni Luis Aduriz opina que depende mucho de la intención de lo que quieres hacer. “La alta cocina tiene que ver con una expresión que busca la mejor versión posible en una actividad concreta. Con una mejora constante”. Expresó que cuando alguien quiere comer un buen pescado ya sabe dónde tienes que ir, carne lo mismo, “hay un abanico grande de expresiones creativas…”.

Fina explicó en qué consiste el servicio en Les Cols, “Es un espacio que te arropa, contamos con artesanos que aportan al proyecto. Respecto a la creatividad, es importante pero no más que la filosofía: el producto no viajado que tienes en la comarca en el paisaje y que siempre empleamos”.

Para Andoni, “cuando hago algo es porque creo que aporta y con ello creo que el mundo puede ser mejor, creo que viene para aportar algo.… podemos estimular la creatividad y curiosidad, si estás rodeado de gente triste te vuelves triste, por esto si te rodeas de gente curiosa y creativa esto se fomenta. La creatividad sirve para que tengamos sociedades más respetuosas”.

En el debate con estos cocineros de alta cocina, se habló sobre cómo medir la creatividad, una pregunta nada sencilla. Para Fornell, hay más que creatividad, “he comido en restaurantes que no entendía y no disfrutaba aunque fuera alta cocina porque no es solo creatividad. Por ejemplo ahora hay un cambio, y todo es más sencillo, se potencia el producto con una salsa buena y poco más”.

Hablando de creatividad, se pronuncio al nombre de Ferran Adrià, “él siempre está comprometido con este tema, es mi “kriptonita”, aprendo mucho y quiero estar rodeado de gente que me haga aprender”. Juntos tienen un proyecto en Madrid que pronto verá la luz.

Los jóvenes, futuro de la alta cocina

Andoni opina que hablamos del futuro desde la vigencia de un presente y normalmente hay un desajuste importante con lo que va a pasar. “Siempre hacemos proyección errónea”. “Hemos evolucionado en base a la eficiencia y por aquí pasa el futuro, aparecen elementos que son incontrolables, las cocina evoluciona a la par de la sociedad que será más ecléctica, envejecida, con maneras de vivir muy distintas, etc. entonces tendremos una foto retrato robot de lo que será la cocina del futuro”.

Para el cocinero Romain, la gente quiere tener más ocio y menos tiempo en el trabajo y el futuro debe cambiar. “La ventaja es que damos placer y con una pastilla que dicen que será lo que comeremos en el futuro, esto no lo sustituyes”.

Mirando al futuro, está claro que la sostenibilidad está para quedarse, en Les Cols, Fina Puigdevall lo saben muy bien, “ya no hay marcha atrás”. Mientras que Romain opina que lo mejor está por llegar, gracias al nivel de los cocineros actuales, “creo que se come mejor ahora que hace 20 años”.

Los procesos en la cocina también deben analizarse. Han cambiado, según Andoni, “cuando veo ahora cómo organizamos proyectos y procesos me da pena no haberlo puesto en marcha antes, realmente  siento orgullo de ver que todo es más sostenible”.

La chef Pepa Muñoz, propietaria del restaurante El Qüenco de Pepa, desde 2003, en Madrid, lleva una amplia trayectoria a sus espaldas. Llamada la “chef del tomate” por recuperar semilleros ancestrales de este fruto en su propia huerta, es reconocida por su cocina tradicional renovada y la utilización de producto km 0, su atención a la sostenibilidad 360º y el aprovechamiento de alimentos. Pilares fundamentales desde la apertura de El Qüenco de Pepa.

Además es presidenta de FACYRE (Federación de Cocineros y Reposteros de España), representante del Comité de Sostenibilidad Láctea, reconocida por su enorme solidaridad, colaborando con distintas ONG y representante en España de la ONG del chef José Andrés World Central Kitchen, y ponente y jurado de diversos concursos y congresos (gastronomía, salud, campo, sostenibilidad, crecimiento, aprovechamiento, etc.)

Destaca como receptora de diversos premios y reconocimientos. Entre otros: “Medalla de la Ciudad Madrid” (2022), Medalla de Cultura (gastronomía) de la Comunidad de Madrid (2023), Madrina de los voluntarios 2024, embajadora alimentos regionales de Madrid 2024, y premio autónoma del año 2024.

Regentas desde hace tiempo el restaurante El Qüenco de Pepa. Para quien no lo ha visitado, ¿cómo lo definirías?

Lo defino como un lugar donde sólo hay producto, transparente y sin filtros. La tradición, sencillez y sensibilidad está presente en cada plato.

El Qüenco de Pepa es el esfuerzo y bien hacer de más de 50 increíbles profesionales, con un equipo involucrado y sensible. Desde Patricia como directora del restaurante, Paco y Diana jefes de sala, Marco, jefe de cocina junto a otras 11 personas en su equipo, Isabel, Edgar, Iris, Mauricio, Ángela, Jeny, César… y así hasta 56 personas maravillosas en esta casa.

Estás orientada a la sostenibilidad desde hace muchos años, ¿de qué forma lo aplicas en el día a día de tu cocina?

Mi cocina es sencilla (que no por ello fácil!), y procura recuperar sabores olvidados. La sostenibilidad (que afortunadamente ahora está presente por todas partes), nosotros ya la aplicamos desde hace más de 20 años.

No concibo mi restaurante y todo lo que le rodea sin tener bien presente la sostenibilidad. Lo aplicamos en todo el proceso: desde la siembra en nuestra huerta hasta el último residuo que debemos separar para su correcto reciclaje. Todo mi equipo está preparado y sensibilizado para este importante fin.

Según comentas en tu web, ya cocinabas de pequeña con tu padre, ¿cómo te vinieron las ganas de estar en esta profesión?

Sí, desde niña fui una apasionada de los fogones. Con 9 años ya limpiaba calamares y boquerones en el negocio familiar y con 11 ya cocinaba al lado de mi padre, Pepe, al que también acompañaba a los catering que daba por toda España.

Sin saberlo. Comencé por la necesidad de ayudar en el negocio familiar. No imaginaba entonces que sería mi profesión, de la que estoy enamorada. Diría que cada día tengo más ganas de dedicarme a esto. Me fascina.

¿Qué es lo mejor y lo peor de esta profesión?

Lo mejor, la oportunidad de hacer felices a mis clientes y, además, cuidar de ellos (yo digo que la salud se come). Lo peor, no poder pasar todo el tiempo que me gustaría con mi familia; eso es durísimo.

Eres de las pocas mujeres españolas que ha despuntado en la cocina, ¿por qué hay tan pocas mujeres chefs de renombre?

Hay mujeres maravillosas al frente de los fogones. Tenemos que “hacernos ver más”, estar presentes en más sitios para que la visibilidad nos de su sitio.

¿Cuál es tu papel como representante del Comité de Sostenibilidad Láctea (órgano asesor de la campaña europea "Cuenta con los productos lácteos europeos")?

Mi papel es el hacer ver a la sociedad que los lácteos son excelentes aliados de nuestra salud además de un producto riquísimo a través de la multitud de variantes que tiene. Los representantes de este Comité tenemos una gran responsabilidad en cuanto a hacer ver la importancia del consumo de los lácteos, fundamentalmente en edades tempranas.

¿De qué forma introduces los lácteos en tu cocina?

Debemos poner en valor nuestra riqueza láctea, dedicar tiempo a la cocina de los recuerdos y emociones que nos remontan a la infancia, a la alimentación de toda la vida. Este tipo de alimentos siempre han estado presentes en los recetarios de toda España y son un puntal esencial e imprescindible de las saludables dietas mediterránea o atlántica, vinculadas además a la mayor longevidad del Planeta.

En mi cocina, los aplico de distintas formas, sobre todo en la elaboración de nuestros postres. Por supuesto las famosas croquetas, platos que preparamos a menudo fuera de carta, sin que falte nuestra suculenta y variada tabla de quesos maravillosos.

También eres responsable en España de World Central Kitchen, la ONG del chef José Andrés, ¿cuál es tu trabajo allí?

Mi trabajo, cuando se trata de una alerta fuera de España, es coordinar desde aquí el envío de alimentos y/o la preparación del montaje de las cocinas en el país que corresponda.

Si es en España, soy directamente la responsable de montar todo lo necesario para abastecer de alimentos dónde toque (búsqueda de espacio, montaje de cocina, voluntarios, selección y preparación de alimentos, reparto…).

¿Qué retos tienes de ahora en adelante?

Estoy con un proyecto de una línea de conservas naturales que me hace mucha ilusión.

La isla de Ibiza lleva años reivindicando el potencial de su despensa. Y esta temporada, el restaurante Madunia, en Cap Negret, uno de los puntos más bellos de la Isla Blanca, se quiere convertir en un referente del mejor producto del paraíso balear. El chef Iván Arauz Beusink, tras casi una década en Rijks* (Ámsterdam, una estrella Michelin), se ha embarcado en una ardua investigación para conocer la mejor materia prima de la isla, que le sirve su red de pescadores, agricultores y carniceros locales.

Con los mejores pescados salvajes de Ibiza, carnes y verduras de cercanía (muchas del huerto situado en el restaurante), Iván elabora platos vistosos, llenos de color y con guiños a sus raíces latinas. Fiel a la temporada y a la microtemporada, cuenta con nuevas recetas, como el arroz con verduras, el rodaballo salvaje con bilbaína o su pollo payés.

¿Qué te ha llevado a dejar el restaurante Rijks de Ámsterdam para instalarte en Ibiza?

Llevaba trabajando casi 10 años allí y era tiempo de cambiar de restaurante, pero también de cuidad y hasta país. Quería algo completamente diferente.

¿Cómo fue tu aventura en Rijks?

Era una aventura completa todo el tiempo. Desde el principio estábamos siempre llenos y hemos hechos muchos eventos con otros chefs. Y hasta en la época de la Covid-19 estábamos muy ocupados haciendo envíos de comida en casa.

¿Qué podemos ver de la cocina de allí en el Madunia de Ibiza?

Lo que se puede ver son productos buenos, utilizados en una manera simple, pero que sorprenden en el plato a nivel de vista y de sabor. Tenemos influencias de Latinoamérica, pero también de Ibiza.

¿Cómo defines tu gastronomía?

A mí me gusta cocinar simple, pero eso no es fácil porque tiene que ser bueno y tiene que sorprender.

¿Las influencias de tu país, Nicaragua, están en este restaurante?

Sí, sobre todo de Latinoamérica. Me encanta la comida, los sabores y el hecho de que la comida forma parte de los momentos más importantes del día. ¡Si en Nicaragua estamos desayunando y ya estamos hablando de que vamos a almorzar!

¿Qué es lo que te inspira a la hora de crear nuevos platos en Madunia?

Muchas veces son los productos. Cuando un proveedor viene con productos nuevos me encanta, así me gusta hacer los platos. Y ahora también vienen proveedores nuevos, que han escuchado de nosotros, y que tienen productos para ofrecernos.

¿Habláis de red local, cómo se materializa la sostenibilidad en el restaurante?

Me gusta trabajar con productos locales porque así también se ayuda a la gente que está cerca. Los productos saben mejor y no tienen que viajar de un país lejano.

Pero también el personal. Claro que tenemos gente trabajando en la cocina que no son de aquí, pero siempre me gusta tener una reflexión acerca de dónde estamos. Así era muy importante para mí tener un sous-chef que es de la isla.

¿Cómo y cuándo viste que querías dedicarte a la cocina?

Desde los 14 años estaba trabajando en la cocina de fregaplatos, eso ya me encantaba. En la cocina hay que trabajar duro, pero uno también se divierte mucho. A los 17 años de verdad me empezó a gustar a cocinar y decidí irme a la escuela de cocineros.

¿Qué retos futuros te planteas de ahora en adelante?

Siempre pienso en fases de mi vida. Ahora estoy en Ibiza y me concentro en ello. El plan es quedarnos tres años y después veremos qué hacer. Entonces, los primeros dos años no pensaremos en eso.

Exclusividad y alta cocina canaria a cuatro manos en el hotel Las Terrazas de Abama Suites, en Guía de Isora, La Gomera, Canarias. Los chefs Sergio Fuentes, del restaurante Melvin by Martín Berasategui, y Victor Suárez, del Haydée* (con una estrella Michelin), unen su creatividad, arte e ingenio el 9 de agosto para componer juntos un menú que homenajea al producto canario, en uno de los eventos gastronómico del año en Tenerife.

Este evento representa una oportunidad única para saborear la excelencia de la cocina canaria de la mano de dos de sus más destacados chefs.

Detalles del exclusivo menú de gastronomía canaria

Sergio Fuentes, de Melvin by Martín Berasategui, aportará una selección de platos cuidadosamente elaborados que incluyen un bollito relleno de requesón de Montesdeoca con tartar de camarón de El Hierro; finas láminas de vaca de raza vasta canaria con toques de yema curada y crema helada de pimientos rojos asados; un lingote de atún Patudo envuelto en láminas de acelgas acompañado de vichyssoise de bubango y crujiente de berros; cochinillo canario en dos texturas con puré de batata de Lanzarote, berenjena frita y miel de palma; y una versión innovadora del barraquito con salsa ligera de chocolate blanco y leche condensada, gel de licor, helado de café y cubos de brioche caramelizado con toques de limón y canela.

En declaraciones a Caternewsdigital.com, Sergio Fuentes, comenta que trabajar en un menú a cuatro manos con Víctor Suárez, “chef galardonado con una estrella Michelin recientemente otorgada en nuestra querida isla de Tenerife, es una experiencia sumamente enriquecedora y un honor personal. No solo es un gran amigo, sino también un referente de esfuerzo, dedicación y pasión por la cocina. Colaborar con él en la creación de un menú que destaque los productos canarios es una oportunidad única para mostrar la riqueza y diversidad de nuestra gastronomía local”.

Por su parte, Víctor Suárez, de Haydée*, deleitará a los asistentes con su tomate fermentado, uno de los platos más reconocidos del menú Raíz con el que el chef obtuvo una estrella Michelin ; un exquisito salpicón de calamar; trigo barbilla; cherne negro en mojo hervido y espuma de pil pil; y un creativo postre de plátano que sorprende, por su presentación y sabor, a todos los comensales.

Fuentes nos destaca que “este menú no solo permite realzar la calidad de los ingredientes autóctonos, sino que también celebra nuestra identidad culinaria y tradiciones. Trabajar codo a codo con Víctor me inspira a seguir innovando y a mantener un compromiso constante con la excelencia, siempre poniendo en valor las raíces y cultura canaria”.

Restaurante Melvin by Martín Berasategui en Las Terrazas de Abama Suites abrió sus puertas a finales de 2017 y se ha consolidado en el panorama gastronómico isleño, se destaca por contar con una ubicación privilegiada en Guía de Isora, con maravillosas vistas desde su terraza al océano Atlántico y la isla de La Gomera. Se trata de un espacio con cocina abierta, decorado por la prestigiosa interiorista Rita Rosés, que hace más partícipes a los comensales de la experiencia culinaria.

Para aquellos que quieran envolver la experiencia con una estancia en una de las 161 suites de este exclusivo hotel del sur de Tenerife, considerado el mejor de España por los World Travel Awards.

Fuentes entró en contacto con la marca Berasategui muy joven, realizando sus primeras prácticas en el restaurante MB** tras cursar sus estudios de cocina en el Hotel Escuela de la Comunidad de Madrid. Posteriormente, continuó su formación en el afamado restaurante Azurmendi, con tres estrellas Michelin, de Eneko Atxa. Estas experiencias forjaron su interés por una gastronomía que combina vanguardia y respeto a los productos tradicionales.

Victor Suarez y Sergio Fuentes

En 2014, regresó a MB** tras recibir una oferta de Erlantz Gorostiza, y en 2017 se unió al equipo de cocina del Melvin by Martín Berasategui, primero como sous chef y desde 2022 como máximo responsable del establecimiento.  Desde entonces ha desarrollado una cocina con personalidad propia, con un profundo respeto por los productos locales, destacando la diversidad de productos del mar y la huerta en Tenerife.

Víctor Suárez, chef tinerfeño, ha sido influenciado por grandes nombres de la gastronomía como Martín Berasategui y los hermanos Ferran y Albert Adrià, combinando la practicidad con una visión soñadora de la cocina. Ha realizado prácticas en restaurantes de renombre como Azurmendi***, en Larrabetzu, y Nerua* en el museo Guggenheim de Bilbao.

El restaurante Haydée, que lleva el nombre de su abuela, ha obtenido una estrella Michelin bajo su liderazgo. El establecimiento busca ofrecer una experiencia culinaria que acaricia y mima a los comensales, dejando un recuerdo perdurable a través de cada plato.

El cocinero catalán Fermí Puig ha muerto este viernes por la noche a causa de una enfermedad, según han anunciado diversas fuentes.

Puig es referente de la cocina catalana y contemporánea, y acabó su larga carrera en el restaurante barcelonés que lleva su nombre en la calle Balmes que abrió en 2013 junto a su gran amigo Alfred Romagosa, jefe de sala.

Justo antes fue el chef del desaparecido restaurante Drolma, también en Barcelona, con 1 estrella Michelin. También fundó el restaurante Petit Comitè, que luego se quedó Nandu Jubany y ahora tiene Carles Gaig.

En su trayectoria, cabe destacar que se consolidó de joven en El Bulli de Roses (Girona), donde ya estaba en aquel entonces también joven Ferran Adrià, juntos se habían conocido antes en las cocinas cuando hacían el servicio militar.

Restaurante Fermí Puig

En junio de 2013, después de más de doce años juntos dirigiendo el mítico Drolma, una de las grandes referencias de la gastronomía catalana, Fermí Puig y Alfred Romagosa decidieron hacer  camino juntos, abriendo el restaurante que tenía su nombre.

Muere el chef Fermí Puig, referencia de la cocina catalana

Según la propia web del restaurante, “se trataba de un local acorde con los nuevos tiempos, fresco, alejado de viejos protocolos pero que quiere preservar la esencia de nuestro oficio: la vocación de hospitalidad, la voluntad de recibiros en torno a una mesa con criterios de calidad y honradez, y de ofreceros lo mejor de la cocina tradicional catalana”.

Decimos era un restaurante porque el propio Puig cerró este mítico local este mismo junio aunque se desconoce si el proyecto va a seguir adelante sin ya el mítico cocinero.

Aunque su trayectoria profesional estuvo durante 11 años alejada de la cocina profesional, Aroa López decidió en 2016 convertir su pasión, la cocina, en su nueva profesión. La chef dejó atrás su faceta de interiorista de la mano de quien ha sido su mentor y mejor maestro: Víctor Rodrigo. Con él comenzó a explorar el mundo de la cocina profesional, un viaje que le llevó a convertirse en la segunda jefa de cocina del restaurante Samsha de Valencia y a asumir la coordinación de todo el equipo, además de gestionar los stocks y pedidos. Pero lo que más le llena es que, junto con Víctor, forma la parte creativa de Samsha.

En estos años, ambos han sido ponentes en diferentes ferias gastronómicas, como Alimentaria, Hostelco y Alicante Gastronómica, Murcia Gastronómica y Espacio Cocina SICI. También han impartido charlas en la Universitat Politècnica de València y la Universitat d’Alacant, así como cursos de grado y máster en la Universidad de Gastronomía y Management Culinario, Gasma (Castellón). Además, han realizado showcookings por toda España para diferentes patrocinadores.

Ahora, junto a Víctor, acaban de estrenar un menú revolucionario, Cromas, donde ambos chefs rinden homenaje al color a través de un viaje inmersivo por los cinco sentidos. Un menú de 34 platos y más de 200 elaboraciones, presentadas durante tres horas en un espectáculo que combina arte, color y sabor. “Mi objetivo es transmitir mi personalidad a través de mis elaboraciones, crear mi propio estilo de cocina y reflejar la pasión con la que trabajo en cada idea. Mi meta es seguir creciendo y evolucionando en el ámbito gastronómico”, confiesa la chef. Y con Cromas descubrimos la faceta más colorista y creativa de ambos, de Víctor (ex grafitero)  y de Aroa. No en vano, la chef viene del mundo del diseño.

Aroa, durante 11 años, estuviste centrada en el interiorismo. ¿Cómo y por qué entras en el mundo de la cocina profesional?

La cocina siempre ha sido una pasión para mí y decidí convertir esa afición en mi nueva profesión. Gracias a mi mentor y mejor maestro, Víctor Rodrigo, comencé a explorar este fascinante mundo hasta convertirme en la segunda jefa de cocina del restaurante Samsha. La decisión de cambiar de carrera fue impulsada por mi amor por la cocina y el deseo de seguir una vocación que me permitiera seguir expresando mi personalidad y creatividad.

Restaurante Samsha.
Plato azul, del restaurante Samsha. ®Mario Agulló

Con Víctor Rodrigo presentáis algo absolutamente novedoso y rompedor, Cromas, una experiencia gastronómica que rinde tributo al color. Cuéntanos, ¿cómo y por qué surge la idea?

El principal motivo para diseñar un show en homenaje al color ha sido permitir a Víctor expresar lo que los colores significan para él en todas sus tonalidades. Antes de ser cocinero, Víctor fue grafitero y sus platos siempre han rendido un pequeño tributo al color. Sin embargo, nunca había creado un menú cromático completo, con una historia de principio a fin. Era una idea que tenía pendiente, y consideramos que este cuarto show era el momento perfecto para llevarla a cabo. Con Cromas, queríamos ofrecer una experiencia gastronómica innovadora, rompedora, donde el color fuera el protagonista absoluto, permitiendo a los comensales vivir una explosión sensorial que une gastronomía y arte de manera sorprendente.

Decís que es la evolución de vuestra experiencia. ¿Qué experiencia?

Nos referimos a la “experiencia Samsha”, conocida ya por muchos. En estos casi 9 años, nuestros clientes han experimentado tres experiencias diferentes, así que, para nuestra cuarta propuesta, había que evolucionar. Es por ello que la mesa de Samsha y, en consecuencia, el concepto de la experiencia que vive el cliente, se han transformado para satisfacer las expectativas de nuestros comensales. Esto representa un paso más en nuestra búsqueda continua de seguir creciendo, evolucionando y sorprendiéndonos a nosotros mismos.

Hasta dos años para conseguir la tonalidad sin alterar el proceso. ¿Qué ingrediente se ha resistido más?

El color que más resistencia presentó fue el azul y los ingredientes que lo representan. Encontrar ingredientes azules que conservaran su pigmento sin alterarse durante la cocción fue todo un reto. Un ejemplo es el té azul, también conocido como té de mariposa, que requirió mucho tiempo de experimentación para asegurar que mantuviera su tonalidad original sin comprometer el proceso culinario.

Plato amarillo, del restaurante Samsha.
Plato amarillo, del restaurante Samsha. ®Mario Agulló

¿Y qué color ha sido imposible?

No ha habido ningún color que haya sido completamente imposible de lograr. Hemos adaptado la comida y cada plato a los tonos naturales que hemos podido obtener de los diferentes alimentos.

En un momento en el que la sostenibilidad, la vuelta al producto base, es más que una tendencia, ¿no puede chocar vuestra propuesta por “poco natural” y “muy química”?

Samsha nunca ha seguido las tendencias; siempre hemos preferido ir a contracorriente. En la elaboración del menú Cromas, respetamos la naturaleza de cada producto base y evitamos, por ejemplo, el uso de colorantes artificiales. Nuestra investigación de más de dos años nos ha permitido descubrir métodos naturales para alcanzar cada color, a través de las más de 200 elaboraciones que componen nuestra propuesta. En Samsha, nunca sacrificamos la creatividad culinaria para seguir modas pasajeras. A lo largo de los años, hemos demostrado que la innovación y la sostenibilidad pueden coexistir perfectamente.

El resultado de toda esta investigación son 34 platos, más de 200 elaboraciones ¿Qué tiempo de preparación requiere cada pase?

Cada pase de nuestro menú requiere una preparación meticulosa. Preparar un menú completo desde cero nos llevaría aproximadamente tres semanas de trabajo. Es fundamental mantener una organización impecable para gestionar los stocks y garantizar que podemos preparar los platos semanalmente a medida que agotamos los ingredientes.

Son tres horas de “espectáculo” para los sentidos ¿Qué es lo que más fascina al comensal?

Lo que más fascina al comensal es, sin duda, el conjunto de todo. Nuestro trabajo gastronómico, por supuesto, es fundamental y a menudo eclipsa parte del espectáculo. Sin embargo, también dedicamos un gran esfuerzo al aspecto sensorial para crear una experiencia completa y cautivadora. Esa combinación perfecta es la que realmente fascina a quienes nos visitan.

¿Cuáles han sido, hasta ahora, las mejores “críticas” de vuestros comensales?

Que nos hemos superado una vez más y les hemos sorprendido nuevamente. Lo que más nos enorgullece es escuchar a diario que han tenido la mejor experiencia gastronómica de sus vidas.

El chef Víctor Rodrigo y Aroa López ®Mario Agulló

Víctor, además de compañero en Cromas, es compañero sentimental. ¿Esto ha hecho más fácil desarrollar este proyecto?

Víctor y yo tenemos una conexión increíble. Hemos trabajado juntos muchos años y hemos creado toda esta trayectoria conjuntamente. Y fundamental para ello ha sido también el apoyo y la colaboración de todo el equipo Samsha. Cada miembro aporta su talento y pasión. Este proyecto es el resultado del esfuerzo y la dedicación de todos.

Tras este punto y aparte en la propuesta de un restaurante, ¿cuál será vuestro reto de futuro?

Nuestro principal reto es seguir sorprendiéndonos a nosotros mismos en cada nuevo show que creamos, buscando superarnos y llevar nuestra creatividad y entusiasmo al límite. Siempre hay algo mejor por venir, y ese pensamiento es el que nos impulsa a mantenernos siempre innovando y llenos de ilusión.

Este año, el movimiento Slow Food Catalunya ha escrito una nueva página en su historia, al conseguir sumar a las dos primeras escuelas de hostelería. Es el fruto del esfuerzo de un colectivo liderado por varios cocineros que creen y apuestan por lo que es bueno, justo y limpio. El “cabeza visible” de este movimiento en Catalunya es Martí Rosàs (1974, L’Hospitalet de Llobregat), chef y propietario de Ca la Maria, en Llagostera (Girona).

En esta bella masía cocina junto a María Hernández, su compañera y la otra parte del tándem perfecto. Ambos se conocieron en elBulli, donde trabajaron para Ferran Adrià durante tres años. Y ambos han erigido una de las casas de comidas de Girona imprescindibles. Desde 2002, Martí traslada su pasión por la cocina sostenible, ecológica y justa en cada plato. Una cocina que ha bebido también de otros nombres de la gastronomía. Y es que, antes de abrir en Llagostera, Martí pasó por restaurantes como Can Cortada, Mas Pau en Figueres, o Hacienda Benazuza. En el restaurante del Majestic aprendió las técnicas del vacío de la mano de Fermí Puig, y en 1997 hizo un stage en Lasarte. Una experiencia que le aportó además técnica y vanguardia, unos conocimientos, que, posteriormente, ha ido moldeando, para acercarse mucho más a la cocina justa, la de Km0, la que sustenta a un sector primario que recupera especies olvidadas y que evita el uso de químicos. La suya es una cocina catalana actualizada y basada 100% en productos buenos, justos y limpios, es decir, Slow Food.

Martí, ¿cómo y por qué decides entrar en el mundo de la cocina? ¿Hubo alguien en tu vida que “te inspirara”?

Desde bien pequeño, me ha gustado mucho la cocina. De hecho, mis padres, como trabajaban todo el día, nos dejaban las cosas para que mis dos hermanas y yo hiciéramos la comida. Y yo, como prefería cocinar antes que limpiar, siempre me ponía a cocinar. Después, con ocho o nueve años hice un curso  o extraescolar de cocina. Iba un día a la semana. Y ese fue mi primer contacto “medio ordenado”. Así que desde bien pequeño descubrí que me gustaba mucho cocinar.  Pero en casa, también se ha cocinado y se ha comido bien siempre. Y de ahí me viene la afición y la pasión por la cocina. Y como curiosidad, creo que el único que se dedicó a la cocina en mi familia fue mi bisabuelo Pau, que tuvo una fonda en Sant Pere de Vilamajor. Y luego yo, pues como no se me daban bien los estudios, me apunté a una escuela de cocina y lo combiné con un trabajo en una bar de menús del Paral·lel de Barcelona, el Can Pineda. Allí empecé desde abajo, limpiando cazuelas y platos, y cuando estaba la pica vacía, me dejaban que trasteara algo en la cocina. Luego, más tarde ya me dejaron preparar los guisos, las habas a la catalana” el “fricandó”, los canelones, o lo que tocara hacer.

Entonces, para ti la cocina es…

Es un trabajo que me gusta muchísimo, porque creo que es interesantísima y muy creativa. Creo que es espectacular la alquimia que puedes llegar a hacer con algo como una cebolla, que es un ingrediente fuerte y picante, pero que cocinado con un tomate, que es ácido, surge un delicioso sofrito… Es espectacular poder combinar los productos y transformarlos en algo que después es tan delicioso.

Has pasado por grandes cocinas como la de Lasarte, la Hacienda Benazuza, Mas Pau, o elBulli. ¿Recuerdas el día que decidiste dar el paso, “independizarte”, y abrir Ca la Maria?

Con Mari siempre tuvimos claro que nos gustaría tener una masía en Girona, con huerto propio, animales, y que nos lo hiciéramos todo nosotros. Al principio no fue del todo así, pero ahora tampoco. Sí que tenemos un pequeño huerto, cuatro gallinas propias, pero la mayoría lo compramos a productores buenos, limpios y justos.

Martí y Maria son el Tandem perfecto para Ca la Maria
Martí y Maria son el Tandem perfecto para Ca la Maria

Y ¿por qué Llagostera?

Por casualidades de la vida. Al final de nuestra etapa en ElBulli, le dijimos a Ferran que a ver si salía la oportunidad de una masía, para establecernos… Pero no salía nada. Buscamos también algo pequeño en Cadaqués o Regencós, para hacer pescado… Pero nada. Y al final, cuando ya no buscábamos, un amigo común nos dijo que tenía unos familiares que tenían una masía cerca de Girona, que se la querían vender. Cuando llegamos, pensé que era muy grande. Se nos escapaba el presupuesto, porque no teníamos inversores. Pero María, se enamoró… Nos embarcamos y nos hipotecamos. Y a pedalear.

Ca La Maria sois tu y Maria. ¿Dónde llega uno y el otro?

Pues yo cocino y el resto lo hace Mari, prácticamente todo. Se encarga, además, de la sala y es cocinera dulce y hace los aperitivos de bienvenida, los postres y petit fours. Y además, si hace falta, me ayuda a emplatar y a cocinar. Sin la María, no existiría Ca la María. Somos un buen tandem.

¿Proximidad, creatividad, tradición, imaginación?

Nos gusta decir que hacemos cocina catalana moderna con producto ecológico, de temporada y de proximidad. Entendiendo el producto de temporada como aquel que es bueno, limpio y justo, con la compra directa al productor. Y, evidentemente, tiramos mucho de la cocina de la yaya, del chup chup, del rustido, de la cebolla, de la picada… Pero, como antes de abrir en Ca la María estuvimos trabajando durante 10 años en restaurantes de altura, tenemos técnica. Pero somos de los que pensamos que si tienes un buen producto no hace falta enmascararlo.

Han pasado ya 22 años desde que abristeis ¿Cómo ha evolucionado el restaurante y tu cocina?

Siempre nos ha gustado la cocina de temporada. De hecho, seguimos yendo cada jueves al mercado “de pagès” de Llagostera, a buscar lo que tengan en ese momento, porque es lo que está más bueno, mejor de precio. Y, ¿cómo hemos evolucionado? Pues al principio solo comprábamos la verdura de temporada, pero en 2009, cuando conocimos el movimiento Slow Food, procuramos darle una vuelta y revisar si cada productor al que le compramos lo hace bien, si es bueno y si respeta la tierra y a las personas.

Y, ¿cuándo y por qué das el paso para impulsar el movimiento Slow food en Girona?

La impulsora en Girona, en realidad, fue Lola Puig en 2008. Ella y cinco o seis cocineros de toda España pusieron el germen del movimiento Slow Food en el país. Al año siguiente, la Lola nos invitó a comer y nos explicó el tema y a partir de ahí, ya en 2009, entramos en la red de restaurantes Slow Food.

Martí y Maria tienen un pequeño huerto propio en el restaurante.
Martí y Maria tienen un pequeño huerto propio en el restaurante.

¿Qué significa para ti poder liderar este movimiento?

Liderar en sí, no lo hago solo. Somos 10 o 12 , los más veteranos en el movimiento y los más activos. Un grupo de cocineros que tenemos ganas de dedicarle horas y trabajo, porque somos un movimiento autogestionado, no recibimos subvenciones. Ciertamente, la Elisenda, de La Calma de Tagamanent, y yo somos los "cabezas visibles", pero no queremos quitar el mérito al resto de compañeros.

Cada año se suman más restaurantes, ¿moda o conciencia?

Como en todo. Habrá una parte de moda, pero también creo que la mayor parte es de conciencia. Los restaurantes Slow Food de Catalunya cumplimos con una certificación que es revisada y contrastada. Hacerlo por la pegatina de la puerta, no tiene mucho sentido y, además, es imposible: en un año o menos acaban saliendo, porque hay que cumplir unos requisitos, que se revisan constantemente. Lo importante del movimiento es querer estar y crecer. Por ejemplo, ahora tenemos un criterio de tener un mínimo de 8 platos Km 0 en la carta pero tenemos que llegar a que sea el 100% de la carta. Y le dedicamos mucho esfuerzo en buscar productores, en eliminar el uso de plásticos, en gestionar el personal de manera más justa… En Slow Food no hablamos solo de ingredientes, es un todo.

En el futuro, ¿será más o menos fácil poder ofrecer cocina sostenible, buena, saludable y justa?

Yo creo que cada vez hay más conciencia de lo que es una cocina saludable, cada vez hay más pequeños productores que están haciendo las cosas muy bien, están recuperando variedades antiguas, o no utilizan pesticidas ni químicos… y lo interesante del movimiento Slow Food, también, es crear red. Donde uno no llega, el otro le puede ayudar a conseguirlo. Nos vamos pasando contactos de productores, para ayudar.

En todo caso, puede ser algo controvertido el aumento de los restaurantes slow food si no aumentan también los productores ecológicos y sostenibles, ¿no crees?

Sí, pero lo interesante es que si hay más restaurantes Slow Food habrá más demanda y si hay más demanda, el productor podrá ganarse la vida y seguir apostando por este tipo de producción. La idea es esa: además de ser prescriptores de productos buenos, justos y limpios (ecológicos), los restaurantes Slow Food debemos crear también la demanda.

Un deseo de futuro, o tres…

Como Slow Food, mi deseo es seguir creciendo. Ahora mismo somos 54 restaurantes en Cataluña y habría que tender a que todos fueran Slow Food, y si no lo son todos, al menos, que haya más conciencia. También me gustaría que las escuelas de cocina se vayan sumando. Ahora tenemos solo dos, pero creo que esto es el futuro de la profesión. Si a los jóvenes se les abre la conciencia y les enseñamos a valorar qué es un producto bien hecho, tendremos mucho a ganar. Y en la profesión, en general, me gustaría que se dignificara la profesión de cocinero. Que haya más pasión en los nuevos que se incorporan. Que haya sueldos justos, horarios justos y que los clientes valoren el trabajo que hacemos.

El pasado mes de abril, la Escola d’Hoteleria Osona, ubicada en Tona, en el corazón de Catalunya, hizo historia. Se convirtió en uno de los dos primeros centros educativos que consiguen el sello Slow Food Catalunya, una distinción que reconoce el rigor que sigue este centro a la hora de promover y cocinar con aquello que es bueno, sano y justo. Sergi Dardé (Lleida, 1990) es uno de los impulsores y responsables de haber logrado este hito.

Formado la EHiT de Cambrils, Dardé tan solo lleva un par de años enseñando Cocina y Pastelería en la Escola d’Hoteleria Osona, pero han sido suficientes para potenciar en el centro y sus alumnos un germen que ya iba cultivándose desde hacía años. De hecho, en este centro educativo se forma a futuros cocineros y cocineras con sensibilidad slow food. Y muchos de ellos, posteriormente, mantendrán esa filosofía en sus restaurantes y establecimientos.

Entrar en el colectivo Slow Food Catalunya les permitirá, a partir de ahora, captar nuevos alumnos y conseguir, de esta forma, formar a más futuros profesionales con conciencia sostenible.

¿Qué ha supuesto para la escuela, para ti como profesor, recibir esta distinción y ser una de las dos primeras escuelas de cocina en recibir el sello Slow Food?

Es una distinción que buscábamos como escuela desde hace un tiempo. Para nosotros ha sido certificar el trabajo que ya hacíamos desde hace tiempo y mejorar algunas que no cumplíamos del todo, pero que tienen todo el sentido.

Ha sido una enorme satisfacción ver que hacemos las cosas bien y, ahora, los futuros profesionales ya conocen cómo trabajar más éticamente y de forma justa con los productos de la zona y sus productores.

¿Cómo ha sido el proceso para conseguir la distinción? ¿Qué pasos habéis seguido y qué premisas había que cumplir?

Primero, comenté el proyecto al equipo directivo, que era el que tenía que dar el visto bueno.

Una vez aprobado, expliqué en qué consistía ser un restaurante Slow Food (el verano de 2022 aún no estaba creado el Vademécum de Escuelas) y fue nuestro primer referente.

Durante el curso 22-23 empezamos a implementar y a formar a los 25 profesores que somos en la escuela de hostelería.

En verano del 23, conjuntamente con los coordinadores de Slow Food Catalunya desarrollamos el primer Vademécum (el actual de 2024) para Escuelas y durante este curso escolar seguimos las premisas del Vademécum. Una vez certificamos todo lo que sé pedía, conseguimos la acreditación.

¿Es más fácil ser Slow Food en Tona que en un Girona o en un Barcelona, por ejemplo?

Creo que el Vademécum es muy claro en lo que hay que cumplir para optar a certificar cualquier escuela dentro del colectivo slow food. Si hay algún inconveniente seguro que se puede pactar o buscar una solución pedagógica con los coordinadores de Slow Food. Así que la ubicación no debería ser un impedimento.

Escola Hostaleria Osona
Un alumno de la Escola d’Hostaleria d’Osona en el huerto de la escuela.

¿Qué crees que supondrá para la escuela haberlo conseguido por primera vez, junto con la del Pallars?

Realmente, la escuela buscaba la acreditación para reafirmarse en el trabajo bien hecho y en la forma de enseñar, sin pensar en la repercusión que ha llegado a tener.

Pensando en el futuro, creo que las dos escuelas seremos referentes en este tema y habrá jóvenes que querrán aprender de primera mano la filosofía Slow Food.

En Osona, por ejemplo, tenemos contacto con la escuela parisina de Lycée VAL de Bièvre, que aún no se han certificado dentro de Slow Food, pero les interesa mucho nuestra forma de trabajar. Ellos trabajan con huella de carbono 0 y hacemos intercambio de alumnos en las escuelas y en empresas. Es una forma más de aprender, enseñar y demostrar cómo trabajar.

¿Qué les cuesta más a los alumnos poner en práctica de las premisas Slow Food?

Entender que hay fruta y verdura de temporada. En invierno no hay tomates, pimientos o berenjenas, y en verano no hay coles o setas. Aparte, que no es lo mismo el clima de costa, al del centro o de montaña, esto hace variar la temporada de cada producto. Otra cosa que les cuesta es que el salmón está prohibido y que hay que utilizar trucha o cualquier otro pescado de costas y lonja cercanas.

También que vean distintas piezas de carne de caza como jabalí, corzo, pichón… como muy versátiles en la cocina.

¿En qué os sentís más cómodos del Vademécum Slow Food?

En fomentar la cultura gastronómica de la zona y recuperar algunas variedades autóctonas en nuestro huerto pedagógico.

Alumnos Escola Hostaleria Osona
Alumnos de la Escola Hostaleria Osona con verduras ecológicas.

¿Crees que el alumnado saldrá convencido y seguirá practicando este tipo de cocina en su futuro?

Creemos que todos no, pero por alguna parte hay que empezar. Aquí es donde nosotros, las escuelas, tenemos que pensar cómo preparar las clases para que interioricen las bases y filosofía Slow Food. Estamos empezando a plantar una semilla y esperamos ver el fruto pronto, y ver en qué se convierten.

¿Crees que es factible ser Slow Food en todo tipo de restaurante?

Sí, sin lugar a duda. Dentro de Slow Food Catalunya hay una gran variedad de restaurantes. Por ejemplo, en Cervera está L’Antic Forn donde hace cocina tradicional japonesa con productos de proximidad, trabajando con productores locales, ecológicos y adaptando platos típicos catalanes a la cocina japonesa. Todo es cuestión de reflexionar, ver qué hay de temporada y adaptarte a eso.

¿Qué se puede hacer para ser más sostenibles y más slow food en todos los restaurantes?

Concienciarse de que los pequeños actos cotidianos que hacemos todos los días suman. Desde comprar a un productor local, productos importados de comercio justo (azúcar, café, cacao…), teniendo en cuenta las personas del equipo y sus necesidades, pasando por usar detergentes y jabones con bases enzimáticos, controlar el consumo de agua, usar energías renovables, reciclar y separar bien…

Hablemos del perfil de la escuela. ¿Qué tipo de alumnado llega y qué os hace diferente del resto de escuelas de cocina?

Nos llegan alumnos de toda clase: alumnos que están muy motivados para la cocina, alumnos que están aquí para hacer algo, alumnos con necesidades especiales… Pero adaptamos los aprendizajes a cada caso, individualmente; pero fomentando el aprendizaje entre iguales, que sean empáticos y comprendan las necesidades y deficiencias de sus compañeros. También el montón de proyectos que proponemos desde crear nuestra cerveza, licores, fermentados, embutidos, quesos, caterings fuera de la escuela con nuestra food truck para que vean otros tipos de negocios, concursos internos y externos…

Nombra tres motivos por los que vale la pena apuntarse a la vuestra escuela y no a otra de las grandes de las grandes ciudades.

Una de las características diferenciadoras es el entorno. Un entorno muy natural, rodeado por pequeños bosques, donde hay mucha calma y un ambiente privilegiado. Aparte de conocer de verdad a muchas empresas de la zona que nos ayudan y apoyan en la formación de futuros profesionales del sector de la restauración y la pastelería.

Y ahora que habéis conseguido este hito, ¿el futuro cómo lo ves?

El futuro es seguir siendo más radicales y seguir trabajando para mejorar, intentando enseñarlo todo sin renunciar a nada. Implicar a otros centros de distintas disciplinas para hacer proyectos conjuntos, fomentando la economía circular y de proximidad.

En la pasada entrega de las estrellas de la Guía Roja, fue uno de los grandes protagonistas, al lograr un doblete: mantener la estrella de Les Magnòlies (Arbúcies) y estrenarla para Quirat (Barcelona). Víctor Torres (Barcelona, 1993) es uno de los miembros destacados de la nueva generación de chefs jóvenes que mantienen bien alto el listón gastronómico del país.

Formado “académicamente” en la Escuela Hofmann (Barcelona), pero laboral y “pasionalmente” con Luis Andoni Aduriz, Torres tiene claro que para mirar al futuro hay que mirar al pasado, a la cocina tradicional, y mirar también alrededor, y nutrirse de los productos de la tierra más cercana. Una forma de concebir la cocina aprendida en Mugaritz, pero también en Michel Bras o Fäviken, tres emplazamientos muy diferentes de los que asegura haber aprendido mucho.

Efectivamente, a sus 30 años, Víctor Torres demuestra haber aprendido realmente bien de los grandes. Y ahora él, como maestro, lidera a la perfección tanto el restaurante gerundense como el restaurante ubicado en el InterContinental Barcelona.

Víctor, cuéntanos cómo y por qué entras en el mundo de la cocina profesional.

Como muchos otros cocineros, entré por descarte. No me gustaba mucho estudiar y justamente, el marido de mi madre es cocinero. Y probé. Fue por probar, al azar, pero entré en este mundo y me gustó.

Formado con algunos de los grandes, ¿quién te ha marcado más que nadie?

Pues creo que Luis Andoni Aduriz, de Mugaritz, que fue la primera “gran casa” a la que fui. Andoni ha sido la persona que más me ha influido en mi carrera. Llegué allí prácticamente “virgen”, con solo 19 años, y allí me cambió la mentalidad por completo. Yo no sabía hasta qué punto me gustaba este mundo de la cocina hasta que llegué allí. Fue llegar a Mugaritz y empezar a empaparme de su filosofía, de su manera de pensar, de tratar el producto… Y eso me marcó.

En Arbúcies te hiciste un nombre liderando las cocinas de Les Magnòlies. Trabajo que combinas con la dirección de Quirat, un restaurante de hotel. ¿Qué ha supuesto para ti este reto?

Para mí, aceptar el trabajo en Quirat, además de Les Magnòlies, era con un claro objetivo: volver a Barcelona. Porque yo soy de aquí, soy del barrio de Horta y siempre he querido volver a mi ciudad. Y, de hecho, en Barcelona había trabajado muy poquito, solo tres meses en Caelis. Era una espinita que tenía clavada y este proyecto me ha dado la oportunidad. Y ahora, poderlo hacer compaginando mi trabajo en Les Magnòlies se puede hacer únicamente de una manera: rodeándome de grandes profesionales y compañeros.

Decías en una entrevista que “La cocina de hotel todavía despierta ciertas reticencias en algunos comensales y aunque esto está cambiando, queda camino por recorrer”. ¿Qué opinas ahora, tras más de un año al frente de Quirat?

Pues es cierto que esto de ir a comer al hotel sigue siendo algo especial, pero es un tema cultural. Aquí no ha sido nunca algo habitual, no hemos tenido la cultura de ir a un hotel a comer. En cambio, si te vas a Francia es lo más habitual del mundo. Por suerte, poco a poco, este concepto va cambiando aquí y cada vez somos más los restaurantes gastronómicos dentro de un hotel, como Amar, Lasarte, Caelis…

¿Qué relación guardas con la dirección del InterContinental Barcelona? Es decir, ¿qué deciden ellos sobre tu cocina? ¿Tienes total independencia?

Con la dirección del hotel la verdad es que guardo una muy buena relación. Nos reunimos mucho y siempre remamos en la misma dirección. Tenemos muy clara qué línea tenemos que tener en el restaurante. Así que la verdad es que estoy muy contento.

¿Qué ventajas tiene cocinar dentro de un gran hotel de lujo como este?

Ventajas, pues la verdad es que no sabría decir, porque mi metodología siempre es la misma. Pero es cierto que estar dentro de un hotel te puede marcar un poco el perfil del cliente, que es una clase más alta, en nuestro caso.

Víctor Torres y su jefe de cocina de Quirat, Xavier Busquets
Víctor Torres y su jefe de cocina de Quirat, Xavier Busquets

¿Cómo te divides entre los dos proyectos? ¿Cuál es el secreto para no “abandonar” ninguno de ellos?

En Magnòlies estoy al 100%, también porque es más pequeñito y además, con la dificultad que es ahora encontrar personal, tengo que dedicarme más a él. Y en Quirat tengo la suerte de contar con Xavi, mi jefe de cocina de Quirat, que es quien lleva mi timón. Tengo total confianza y si no fuese por él es proyecto no podría tirar adelante. Cuando uno quiere crecer, y acepta más proyectos, o te rodeas de gente válida y crees en ellos, o no funciona.

¿Cómo son las propuestas gastronómicas de cada restaurante? ¿Qué puntos en común y qué grandes diferencias hay entre ellas?

En Les Magnòlies hacemos una cocina 100% de territorio, con producto de Arbúcies y de la comarca de La Selva. Es cocina catalana. Y en Quirat lo que intentamos es ofrecer una propuesta más minimalista, con mucho guiño a la cocina tradicional catalana, recreando platos clásicos de cocina popular, como el mar y la montaña. Intentamos mostrar al comensal lo que es nuestra cultura gastronómica y enseñar al cliente de fuera lo que es nuestro.

El comensal de Quirat ¿es muy diferente al de Les Magnòlies?

Sí, totalmente diferente. En Les Magnòlies el 90% del comensal es de Barcelona y de la Plana de Vic, y en Quirat hay mucho extranjero, aunque cada vez más gente de Barcelona.

El cliente, en general, ¿crees que es más o menos exigente que antes?

Creo que la gente se ha vuelto mucho más exigente a raíz de la pandemia. La gente tiende a juzgar más, a criticar… tanto bueno como malo. Y parece que todo el mundo sabe de todo…

Este pasado año, renovaste estrella Michelín en Les Magnòlies y estrenaste la de Quirat, convirtiéndote en el chef más joven en conseguir la distinción ¿Qué supone para ti esta distinción? ¿Es más un peso que una ventaja?

Pues muchísima alegría. Ver al Víctor de 18 años cuando empezó en la Escuela Hofmann y al Víctor de hoy, con las dos estrellas… pues no puede ser más ilusionante. Pero el día a día es el mismo, trabajar muchas horas, con rigor, humildad… pero al final estamos trabajando en lo que nos gusta.

Después de lograrlo, de la primera estrella ¿qué retos te marcas para el futuro?

No tengo grandes retos de futuro. Quiero disfrutar del día a día, de la estrella conseguida, hacer equipo, consolidar el proyecto de Quirat en Barcelona, que solo lleva 2 años en la ciudad y es un lugar con mucha competencia.